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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La galleguidad borrosa

La ciencia y la vida son generosas al final con la buena gente. Durante siglos los ciudadanos de Galicia hemos padecido todo tipo de tópicos, con lo que conllevan de desprecio y simplicación, por nuestra costumbre de responder a las preguntas con otra pregunta, no saber si subimos o bajamos o nuestra adicción a la expresión "depende".

Yo mismo he sido objeto de polémica al defender publicamente que la puesta en valores positivos de toda esa antropología negativizada nos pondría en el camino de la modernidad. Recuerdo, en ese sentido, mi apología de la expresión "mentiría, si digo la verdad" como máxima materialización de la inteligencia gallega y que me valió incluso alguna airada carta al director en este mismo diario.

No deberíamos confiarnos con el triunfo de la "lógica borrosa" o del "pensamiento depende"

Descubro ahora, a través de un magnífico reportaje de Javier Sampedro publicado por EL PAÍS, que lo último y más vanzado en computación aplicada a la robótica y a la inteligencia artificial es el concepto y metodología de la "lógica borrosa". Me explico. Para programar un robot y facilitar su intervención sobre la realidad de poco valen los principios absolutos de la lógica aristotélica que se codifican con números en la informática convencional.

En la realidad y en la naturaleza todo es relativo, es decir, nada es enteramente falso o verdadero. Incluso, en la socorrida invocación del vaso medio lleno o medio vacío no se pueden aplicar certezas totales, un vaso en tales circunstacias está lleno en determinado procentaje y vacío en otra proporción. Objetivamente, nos están dando la razón histórica a los gallegos y gallegas de siempre, aunque, como siempre, esa sombra colonial que nos invade les lleve a relacionar y atribuir los fundamentos de esta lógica borrosa no a Galicia y nuestra melancolía cromosomática, sinó al pensamiento de Parménides, defendido por Platón, de que una proposición puede ser a la vez verdadera y falsa.

Ya me extraña a mí que ese Parménides no descendiese de algún gallego o gallega. En todo caso, creo que nos toca disfrutar de ese avance del conocimiento que representa el ejercicio de la justicia poética que Galicia bien merece y al que debemos sumar que la categoría "borrosa" no es derivada de la ignorancia e indefinición de los individuos que la aplican, sino de la complejidad de la realidad.

En tiempos de crisis, esa lógica nebulosa debería ser instrumento, además de para construir robots, para afrontar la difícil intervención y discernimiento sobre las cosas que pasan. Valga, por ejemplo, para dar luz sobre esa académica discusión de si estamos en crisis, desaceleración o recesión, pero sobre todo para encontrarnos a nosotros mismos en esa cínica declaración del estado de paréntesis de la economía de mercado.

Si la intervencion de los Gobiernos en la economía privada y corporativista es legítima, por pragmática, no menos legítimo puede ser el mantenimiento del Estado del bienestar y de la solidadridad. Quizás, desde el propio poder se está de acuerdo en la clarividenvcia de esa lógico borrosa y aparentemente contradictoria, lo que ocurre es que no queda bien decirlo y admitirlo igual que no se comercializan los frenos ABS, algunas lavadoras o la informática de reconocimento de letras manuscritas como fruto de esa lógica. Es cierto, daría muy mal cuerpo anunciar que un coche está equipado con frenos ABS que funcionan por "lógica borrosa".

Finalmente, también me gustaría que se nos aplicase esa "lógica borrosa" a la izquierda nacionalista cuando se nos emplaza obsesivamente a la definición dogmática de lo que pensamos de España y el principio de autodeterminación. Pues, efectivamente, "depende", depende de qué España, cómo y para qué.

No deberíamos, con todo, autoconfiarnos los gallegos y gallegas con este triunfo científico de la "lógica borrosa" o del "pensamiento depende", me atrevo también a denominar. Precisamente se aplica a los robots y, digo yo, ¿no seremos a veces tercos como robots?

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