'Tacirupeca jaro'

A Jordi Oriol, autor y director de esta obra, le gusta jugar con el lenguaje, dar la vuelta a las palabras y ver cómo suenan. Busca otras maneras de decir las cosas para captar la atención, u otro tipo de atención, del espectador. Y en esa búsqueda hay hallazgos ocurrentes y simpáticos. El protagonista de OB-sessions es un tipo felizmente instalado en lo convencional que, de repente, sufre una curiosa alteración que le lleva a intercambiar el orden de las sílabas e incluso de las letras de las palabras, aunque sin llegar a esa versión del cuento de Caperucita Roja contado al revés; lo suyo se da cada tanto, para que no perdamos el hilo de su discurso. Así, en vez de decir fantàstic suelta tanfàstic y se queda tan ancho y, claro, el público se ríe.

Oriol quiere reflexionar sobre la búsqueda obsesiva de la felicidad por parte del hombre contemporáneo, pero en realidad lo que busca es el chiste a base de juegos de palabras y en esta búsqueda se pierde un poco. Aparte de lo que acaba siendo una simpática pero también obsesiva descomposición de los vocablos no hay mucho más: un hijo y una esposa, cuyos intérpretes se desdoblan en un psicólogo argentino y en su secretaria, respectivamente; cuatro personajes pensados y desarrollados en escena con la única intención de provocar la risa, propósito que se ve reforzado por los dos músicos, saxo y contrabajo, que desde su rincón hacen las veces de voyeurs de la historia con derecho a coletilla. Hay transiciones interesantes entre los dos personajes, el niño y el psicólogo, que interpreta Isak Férriz. Hay recursos escénicos eficaces (lo de la sangre en el sofá tiene gracia). Destaca, por la naturalidad con que se le "lengua la traba", el trabajo de Albert Pérez. Y ya está.