Avatares

Apunte: Jorge llega a casa a las cuatro de la mañana y encuentra a sus padres muertos en el sofá, con la televisión, donde en ese momento pasan una película porno, encendida. Se ha tomado dos pastillas y se ha bebido siete litros de cerveza, de modo que tiene muy disminuidas sus capacidades. En el cuerpo de los padres no se aprecian, a simple vista, síntomas de violencia. Quizá, piensa, los ha matado alguna sustancia que ha salido de la tele. Cuando ellos le reprochaban su afición a los opiáceos, él solía advertirles de los peligros del Diario de Patricia, y de los telediarios masivos. Al final, piensa apartando un poco la mano de la madre para tomar asiento, iba a tener razón yo.
Mientras en la tele una chica jadea sin pasión, Jorge piensa en los avatares de la vida. Leyó esta palabra, avatares, en un periódico, siendo un crío, y se le metió en la cabeza como una aguja en la vena. La utilizaba en todas las redacciones, sólo que escribía atavares, por error, lo que le costó más de un disgusto con el profesor de Lengua. Ahora lo dice bien, avatares, pero no obtiene tanto placer. Pues eso, los avatares de la vida. Tal vez debería llamar a la policía, pero si le hacen un control de alcoholemia y drogas quizá piensen lo que no es, de modo que decirse marcharse a la cama, como si no hubiera visto nada, y mañana Dios dirá. Al día siguiente, le despierta su madre a la hora de comer. ¿Y papá?, pregunta él. En el garaje, trabajando, contesta la madre. Comen todos juntos y después se sientan a ver la tele. Durante la comida, su padre le hace un par de gestos cariñosos a su madre.
Aun llamándole la atención que estén vivos, a Jorge le extraña todavía más que no discutan, como si físicamente estuvieran en una dimensión y sentimentalmente en otra. A media tarde se va a su cuarto, enciende un cigarrillo y se pone a pensar.
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