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Reportaje:

"Parezco blando pero no pierdo la sensación de 'mecagoental"

18.000 personas han agotado las entradas para ver a Manolo García esta noche

Hace años Manolo García era un experto en el noble arte de destrozar televisiones. Los domingos por la mañana, con las mil pesetas que ganaba en su trabajo en una empresa metalúrgica, cargaba el maletero de su viejo Citroën Dyane 6 con televisores comprados a 400 pesetas en el mercado de Les Encantes, en Barcelona. "Los vaciaba", recuerda Manolo abriendo los ojos. "Les quitaba las tripas y le metía dentro petardos y descargas de humo". Luego con su grupo de entonces, Los Rápidos -formados a principio de los ochenta-, los hacía explotar con bates de béisbol o hachas.

Traten de imaginar la escena: televisores explotando en un escenario decorado con butifarras, chorizos o patas de jamón. Y Manolo García con un embudo en la cabeza. "Nuestra intención no era hacernos los modernos. Lo hacíamos por una simple razón: éramos unos pringaos. La gente no conocía ni una canción y teníamos que llamar la atención de alguna forma. Pensábamos: 'Por mis huevos que se quedan todo el concierto".

"Las luces y las sombras de la vida de la gente son todas iguales"

Casi 30 años después ese chaval que tenía que recurrir a la pirotecnia casera por culpa de un enclenque repertorio tiene 53 años, y cientos de canciones convertidas en clásicos. Esta noche, las 18.000 personas que han agotado las entradas de su concierto en el Palacio de Deportes de Madrid corearán todas sus letras.

Ya no tiene que llamar tanto la atención pero todavía, a veces, se le escapa la vena punk de sus comienzos. "Es que no lo puedo evitar. Me puede la energía. Mi música puede parecer blanda pero lo que no pierdo nunca es esa sensación de mecagoental", dice mordiendo la lengua, "y me lanzo sobre el público". ¿Lo hará esta noche? "Pues no lo sé. Eso no se piensa, depende del momento". En su anterior gira, donde dio más de 112 conciertos ("Lo reconozco. Me colé"), sí que voló por los aires.

La última vez que le vimos en Madrid, durante su actuación en el festival Rock in Rio no se contuvo y se paseó acelerado entre el público. "Ahora estoy un poco más tranquilito. Este año sólo serán 40 conciertos, pero eso nunca se sabe. La adrenalina hace milagros". Esta gira acaba el 28 de octubre en Girona.

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Cara a cara, Manolo García es cercano y campechano. Pero también muy receloso de su vida privada. Pocos saben si está casado o soltero o si le gusta jugar al póquer (la verdad es que prefiere la pintura). "Las luces y las sombras de la vida de la gente son todas iguales", dice. "Yo tengo mucho pudor. Me da vergüenza... hablar de mí. Yo soy un famoso de tercera regional. A veces hasta me confunden por la calle con Quimi Portet". Con éste formó durante 14 años El Último de la Fila, un exitoso dúo -grabaron siete discos- que, pese a las constantes reuniones de grupos de su época, no tienen la intención de resucitar. "Nos separamos por honradez. Es decir, si había que llenar un cubo de agua yo echaba una mitad y Quimi la otra mitad. Todo iba bien. Pero de pronto yo tenía muchos cubos para echar y a veces el agua rebosaba. Necesitábamos aire, espacio... Nuestro discurso común estaba agotado. Todo lo que había que decir juntos estaba dicho". Aun así, Quimi y Manolo mantienen una buena relación. Se llaman de vez en cuando y quedan, al menos, una vez para comerse una paella. "Y zamparnos un buen tintorro. La alegría de vivir". Pero, por ahora, de volver a tocar juntos, nada de nada.

Sobre todo porque Manolo García ha construido una sólida carrera en solitario. Saldremos a la lluvia es su cuarto y último disco hasta el momento. Publicado a principios de mayo y grabado en parte "por casualidad" en un pueblo griego de 80 habitantes, contiene 14 canciones de su personalísimo pop-rock con la naturaleza como hilo conductor. "La naturaleza es la única cosa que me da la felicidad absoluta, la calma, la tranquilidad", dice. "No es una moda. Yo soy socio de varias organizaciones ecologistas desde hace 20 años. No me gusta dar la paliza con estos temas, pero no hace falta ser muy listo para darse cuenta que hay que tomar medidas urgentes. Estar en aquella isla griega fue muy revelador". ¿Y no cantó nada en griego? "Pues sí. Por el día grabábamos y por la noche le dábamos vidilla a las dos tabernas que allí había. Ya sabes, buena comida, buenos licores... El último día, en la fiesta de despedida, acabamos tocando el laúd y cantando en una de ellas. Yo me arranqué con unos versos que un técnico griego me había escrito en la mano. Se quedaron pasmaos".

Manolo García presenta su trabajo <i>Singles, directos y sirocos</i>.
Manolo García presenta su trabajo Singles, directos y sirocos.PAULA VILLAR

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