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Reportaje:ENERGÍA

Google se va al agua

El buscador patenta un sistema para colocar sus servidores en el mar y ahorrar energía - Las barcazas anclarían en aguas internacionales - Pelamis pondría los generadores marítimos - Los centros de proceso de datos consumen el 1% de la electricidad mundial

Rafael Clemente

El interés de Google por las energías alternativas es mucho más que una simple concesión a la moda. La compañía está invirtiendo sumas considerables en estudios para el aprovechamiento de energía geotérmica y acaba de hacerse público el registro de una patente para instalar granjas de ordenadores en pleno océano, alimentadas por la fuerza de las olas. Quizá ése sea el futuro o, al menos, parte de él.

Los contenidos de Internet son cada vez más complejos y pesados: vídeo, voz, aplicaciones sobre la red... En consecuencia, el ancho de banda (el tamaño del tubo por el cual circulan los datos) también tendría que ir creciendo, pero ampliar la red de cable óptico o satélites es caro y no puede seguir el imparable crecimiento del número de internautas.

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Cuando alguien solicita una página, ésta tiene que llegar a él troceada en pequeños paquetes, cada uno de los cuales puede seguir un camino distinto, saltando de ordenador en ordenador. Sólo al alcanzar su destino esos fragmentos se reordenan para dar una imagen coherente. Según dónde esté situado el servidor de procedencia, el camino recorrido puede ser sólo unos pocos kilómetros o un circuito a través de medio mundo. En cualquier caso, es tráfico que repercute en ocupación de los canales de comunicación.

Una posible alternativa es la descentralización: situar centros regionales en los que descargar parte de la información de los servidores principales. Esos centros servirían principalmente a los usuarios de su zona geográfica, con lo que los cables intercontinentales tendrían que soportar menos tráfico.

La idea que propone Google es utilizar plataformas flotantes equipadas con granjas de ordenadores: docenas o centenares de equipos que pueden unirse en cualquier momento a la red global para actuar como servidores de contenidos auxiliares.

Es una solución que podría aplicarse en casos en que se requiriese una capacidad de comunicación adicional: desastres naturales, conflictos bélicos o simplemente acontecimientos con gran afluencia de público.

Al ser plataformas flotantes, podrían anclarlas cerca de cualquier punto de la costa. Una ventaja adicional, puesto que es ahí donde se concentra la mayor parte de la población del planeta. El proyecto inicial prevé instalarlas a unas siete millas, pero esta distancia podría ser mayor. Todo depende de la longitud del cable con que se conectarían a la red terrestre. Si Google decidiera situar sus barcazas en aguas internacionales, a todos los efectos se convertiría en una potencia independiente, sin sujeción a legislaciones nacionales. Es ua idea interesante y con implicaciones de gran alcance.

Energía de las olas

La otra originalidad del proyecto reside en cómo alimentar los equipos de estos servidores. En los puntos donde pueden ser necesarios no siempre existe un suministro adecuado de corriente eléctrica, así que la propuesta es utilizar energía de las olas.

Este recurso no es nuevo, aunque hay pocos precedentes. En la década de 1980 se hicieron pruebas en Japón, Noruega y Estados Unidos, pero no pasaron del prototipo. Hoy, nuevos diseños y materiales permiten pensar en su aprovechamiento efectivo.

Y es que la cantidad de energía que almacenan los océanos es inmensa. Absorben el 75% de la radiación solar que llega a nuestro planeta. Aparte de calentar el agua, de ella se derivan las corrientes oceánicas, los vientos y las olas.

Éstas son especialmente potentes cuando el viento que las alimenta ha recorrido grandes distancias sin obstáculos, como ocurre en la costa atlántica. Ahí pueden registrarse potencia de 50 kilovatios por metro lineal de ola. Incluso contando con las inevitables pérdidas, esto representa más de 20 gigavatios gratuitos distribuidos por las costas del Reino Unido, Irlanda, Francia, España y Portugal.

De hecho, ya está en marcha un proyecto comercial para aprovechar este recurso. Se trata del Parque de Oleaje de Aguçadora,cerca de Oporto. Por el momento contará con tres generadores del tipo Pelamis que proporcionarán más de dos megavatios, suficiente para abastecer a una población de 6.000 personas. Hay proyectos similares en Escocia y Cornualles.

Los generadores Pelamis son cilindros de casi 150 metros de longitud por unos tres metros de diámetro. Están unidos mediante articulaciones uno a continuación de otro, como una enorme serpiente (Pelamis es el nombre científico de una serpiente marina, por cierto muy venenosa). Se anclan al fondo de modo que floten perpendicularmente a la costa. Al moverse al compás de las olas, unos pistones situados en las junturas bombean aceite a través de unos motores hidráulicos que, a su vez, accionan los generadores eléctricos.

Si la primera fase del proyecto de Aguçadora tiene éxito, es posible que se amplíe hasta 28 cilindros repartidos por un kilómetro cuadrado de océano, con una potencia conjunta de 72 megavatios. Eso sí, no será barato: la factura puede llegar a 70 millones de euros.

Los centros marítimos que propone Google también utilizarían generadores Pelamis. La barcaza arrastraría una red de cilindros flotantes que, una vez anclados junto a la costa, le proporcionarían toda la energía necesaria apara alimentar sus baterías de ordenadores y los imprescindibles equipos de refrigeración.

De momento, las granjas de servidores en el mar no pasan de ser una patente más de Google, pero el consumo energético de sus miles de servidores es tan alto que tarde o temprano ésta alternativa u otras similares deberán ponerse en marcha.

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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