Si de verdad me queréis
¿Se acuerdan? Lolita había invitado a todo el mundo a su boda y, aunque sólo acudió una pequeña parte, el templo quedó desbordado. Allí estaba la novia, sofocada, del brazo del Cordobés, su padrino, mientras Lola Flores a duras penas avanzaba. Desesperada, gritó: "¡Si me queréis algo, irse!" He aquí una buena proclama para trasladar a las formaciones políticas felizmente instaladas en la oposición, ahora inmersas en congresos y rituales de consumo interno, con retórica saturada de escenarios comunes y alguna que otra quimera. Vistos los sondeos más acreditados, no puede afirmarse que los recientes cónclaves del PSOE y del PP despertasen mucho interés entre la Ex-paña plural. A pesar de Rajoy, que iba de equilibrista sin red y concitaba más morbo que la mujer barbuda. Cuatro gatos siguieron los pormenores de esas escenografías pensadas para que la militancia ocupe su lugar y los telediarios conecten a su hora. No hay colas en las ventanillas de afiliación de las organizaciones llamadas a transformar la sociedad, por así decir. Quizá las multitudes están sacando entrada para un próximo concierto de Bruce Springsteen. Este próximo fin de semana el todavía PSPV-PSOE debate, en teoría, sus quehaceres para ver cómo desaloja al PP de la Generalitat y aledaños. Es posible que alguno de los candidatos en liza esté por la labor. Puede que hasta tres. Pero en los escarceos preliminares, búsqueda de avalistas y reclamos para la causa, por encima del discurso y sus consecuencias si llega el caso, domina, para solaz de cronistas y enredadores, la lucha contra el rival a base de reprobar la edad -el mayor tiene la misma que ZP- o denostar su pasado y lealtades políticas. Y claro, es como si Henry Morgan llamase pirata a Francis Drake. De risa.
En esta justa todos los contendientes podrían sacar listado personalizado de víctimas, lucir cicatrices y recordar los navajazos cum laude de mil encontronazos tribales, sin contar las biografías de acompañantes, cómplices y patrocinadores en la cruzada. Tal como van las apuestas, ya se ve que los señores de la guerra siguen en activo y en esa sociedad de socorros mutuos, antes PSPV, abundan cuantos prefieren seguir en nómina sin llevar la contraria, a mostrarse disidentes con los deseos, acaso equivocados, del generalato, al tiempo que se congratulan por el súbito descubrimiento de ese mirlo blanco apellidado Pajín, cuyos méritos han permanecido ocultos durante tantas derrotas electorales. ¿Dónde estaba Wally, digo Leire? No hay más cera que la que arde. Acomodarse en la oposición tiene sus ventajas. Por otra parte, ¿a quién le cautiva darse un baño de realidad callejera cuando tan resignadamente cómodo resulta circular por los márgenes que traza el partido hegemónico? A ver si se manchan. La tentación es copiar el modelo del adversario. Un desastre, sí, aunque si estás en el ajo se vive bien. Antaño los partidos ganaban elecciones, pero desde que los grandes estrategas descubrieron su estado del bienestar, todo consiste en ganar el congreso o la asamblea y asegurar pesebre hasta la próxima batalla. En esta socialdemocracia de baja intensidad los hay que llevan cobrándose el servicio desde las guerras púnicas y no saltan de la silla ni con agua hirviendo. No les extrañe que desde el arrabal de damnificados se eche en falta un decidido saneamiento, jubilaciones de soplagaitas, algo de democracia, un plus de coherencia y tareas que justifiquen el salario. O acabaremos gritando como la faraona: "¡Si de verdad me queréis, irse!".
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