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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Eso es suerte!

Rafael Riqueni había pedido encarecidamente que no se grabase el concierto, porque iba a estrenar algunas composiciones que todavía no tiene registradas y alguien podía birlárselas. La víspera del acontecimiento, el miércoles, cenamos con él en un restaurante de la Barceloneta. Arropado por buenos amigos, el intérprete y compositor, el mito vivo de la guitarra, sobrellevaba con entereza el día, la noche, el reto de volver a presentarse al público, pero no las tenía todas consigo; lo cual es normal porque, abatido por la enfermedad y por otras dos o tres cosas que derriban las torres más altas, llevaba un año sin subirse al escenario, y seguro que recordaba el dicho de Sabicas: "Si un día no toco, lo noto yo; si no he tocado dos días, lo notan unos cuantos, y si llevo tres días sin tocar, lo nota todo el mundo". En Barcelona se iba a operar lo inesperado, el regreso de Riqueni, un regreso discreto, ante un público reducido y entregado.

Conversación con Rafael Riqueni, mito vivo de la guitarra, al hilo de su regreso a Barcelona

En el restaurante me senté a su lado y lo estuve mirando con esa sensación de estupor que provoca la vecindad de los artistas de verdad: "Éste es el que compuso la minera Villa Rosa... éste es el que toca la guitarra como nadie, éste es el de Mi tiempo, el que tiene relaciones privilegiadas con la música de las esferas..., éste, éste que ahora pide otra coca-cola y que sonríe cuando le cuentan un chiste". Un genio y también una persona normal. Me dijo: "Mira, estás hablando con un hombre que se ha planteado dejar la guitarra... Ya no me veía con capacidad para tocarla, pero gracias a Paloma, mi compañera, y a Pedro Barragán, he encontrado ánimos".

-¿Qué va a tocar usted mañana en El Dorado?, ¿cosas de la Suite Sevilla, de Juego de niños?

-No, mañana tocaré una granaína nueva, y una nana que acabo de terminar, y una marcha procesional que le acabo de escribir a la Esperanza de Triana, y una rumba, y una rondeña prácticamente nueva; la que toco ahora viene de Paco y de las cuatro notas que puedo aportar... La granaína tiene un motivo principal muy interesante, inusual en la guitarra, con una serie de escalas quizá basadas en la música de Juan Sebastián Bach y unos cuantos motivos de la música nacionalista española, de Falla, de Albéniz y hasta de Quintero, León y Quiroga. La nana está dedicada a mi compañera y en ella intento reflejar lo que Paloma significa para mí, con sus duquelas, como dicen los gitanos, sus penas y sus fatigas. Es una especie de melancolía lo que intento explicar en la nana. La rumba, en cambio, es una cosita que no tiene importancia. En cuanto a la marcha...".

En 1994 Riqueni compuso una versión para guitarra de la marcha procesional Amargura, de Font de Anta, himno oficioso de la Semana Santa sevillana, que conmocionó al público; pero su Virgen, su devoción, es la Esperanza de Triana: "Un día, estaba yo no sé dónde y me sonó en la cabeza una melodía, una escala, y sobre esa escala he construido una marcha que, lo digo sin vanidad, refleja todo lo que dice mi Virgen en la calle... Cómo se menean los faldones, cómo caen los pétalos de rosa... cómo se mece... Yo si estoy contento es por nada, si es un acierto es porque creo que la música no es mía, viene de Dios y él me la ha regalado. ¡Eso es suerte! No la puedes buscar, no te llegaría".

Bueno, será regalo y suerte, además de las horas de práctica diaria, entre 8 y 12, a los 14 años, cuando Riqueni empezó a ganar los concursos...

Al día siguiente tocó todo eso y además por alegrías, soleá, cuplés por bulerías, y casi todo era material nuevo y espléndido. La marcha se la guardó para los bises. Una obra de arte emocionante.

Mejor será esperar a que la grabe, porque ¿cómo describirla? Gombrowicz se burlaba de Zbigniew Herbert (el poeta de Informe desde la ciudad sitiada) por intentarlo con un cuadro de Jan Simonz van de Beeck, alias Torrentius: "Esto no tiene ningún sentido. ¿Cómo se puede describir una catedral, una escultura o una pintura?", murmuraba él sin compasión; "deje ese pasatiempo a los historiadores del arte. Ellos tampoco entienden nada, pero..." (Naturaleza muerta con brida, página 134).

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