La Fura dels Baus secuestra el teatro
El montaje 'Borís Godunov' recrea en el María Guerrero el asalto de 'comandos' chechenos a la sala Dubrovka de Moscú, que se saldó con 170 muertos
Primero fue la oscuridad inquietante, la aparente calma en una obra de teatro normal y los cuchicheos entre el público. Después llegaron los gritos, los cinturones con cargas explosivas, bombas entre las butacas, granadas, pistolas y fusiles apuntando a la cabeza de los espectadores. ¿Alguna vez se ha preguntado cómo reaccionaría si viviera un secuestro como el sucedido en el teatro Dubrovka de Moscú en 2002, a manos de independentistas chechenos? ¿Qué sentiría?
"Hemos querido jugar con la mente del espectador", dice el director artístico
La Fura dels Baus plantea estas y otras preguntas en el teatro María Guerrero con su espectáculo más comedido y político, Borís Godunov, que toma el título de la obra de Aleksandr Pushkin sobre la corrupción y el terror infligidos en la Rusia del siglo XVI por Godunov, un hombre capaz de todo -infanticidios incluidos- con tal de ser zar.
Curiosamente, a pesar de la violencia intelectual, en la entrada del teatro no hay cartel que señale algo como: "Este espectáculo no es recomendable para enfermos de corazón". Tanto Álex Ollé, director artístico de La Fura, como David Plana, responsable de la dramaturgia, han intentado por todos los medios que esta obra sea "menos furera" que otras y salpique menos sangre al público. "No hemos querido hacer un juego hiperrealista, sino jugar con la mente del espectador. Tampoco hemos querido hacer apologías ni didactismos y hemos evitado susceptibilidades. No buscamos la polémica con este montaje porque no se puede hacer espectáculo del terrorismo", explica Ollé.
Al fin y al cabo, el público del María Guerrero sabe a lo que va, a diferencia de los más de 700 espectadores del teatro Dubrovka, que acudieron el 23 de octubre de 2002 a ver un inofensivo musical y terminaron o bien fusilados por sus secuestradores chechenos o gaseados por las tropas de élite rusas. Sólo dos rehenes murieron por disparos. En total, de los 170 muertos, 118 espectadores y 50 terroristas fallecieron a causa del gas nervioso enviado por Vladímir Putin. Otros 546 rehenes tuvieron que ser hospitalizados por asfixia y problemas cardiacos, provocados por aquel gas cuya composición Rusia no quería desvelar y costó la vida a muchos intoxicados.
En el Borís Godunov de La Fura, sin embargo, la crítica no se centra en las técnicas de Putin dignas de la guerra fría para destruir al comando independentista, sino que invita a reflexionar sobre invasiones a terceros países, el tabú del terrorismo y la justificación de los medios para conseguir un fin. El escenario del María Guerrero se convierte así en un teatro cualquiera, bajo un gobierno cualquiera y asediado por un grupo terrorista anónimo, porque el pánico que produce sería el mismo y el texto entrelaza declaraciones de políticos tan dispares como el Che, Nicolas Sarkozy o George W. Bush. La Fura ha empleado incluso las transcripciones reales de los supervivientes rusos para recrear conversaciones y situaciones que se dieron en el verdadero teatro asaltado. "Mamá, han secuestrado el teatro, pero no te preocupes, estamos bien". "¿Cómo que estáis bien? ¿Quiénes son, moros?". "No, mamá, no son moros". Claustrofobia, miedo a morir, te quieros apresurados y un último "cariño, pórtate bien y haz caso a papá" que pone los pelos de punta.
Mientras tanto, la escenografía compuesta por vídeos simultáneos muestra los pasillos y almacenes reales del teatro madrileño, tomado por los secuestradores, al mismo tiempo que un gabinete de crisis debate si permitir o no a la Doctora mediar en el conflicto. No se dan nombres, pero en ella se adivina la determinación de la periodista asesinada Anna Politkóvskaya, reclamada por los asaltantes chechenos como mediadora por su activa oposición al régimen de Putin, que tiempo después le costaría la vida. "¿Podéis dejar entrar a la Cruz Roja o comida para los rehenes?", pide ella. "No va a entrar nadie más, no hace falta comida y beberemos de los lavabos". "¿Por qué hacerles pasar hambre?". "En nuestro país sí que tienen dificultades para encontrar comida y agua. Toda esta gente está muy bien alimentada y no les pasará nada por estar a dieta unos días", responde con escalofriante realismo el líder de los asaltantes, tan guerrilleros como humanos, con sus luchas internas por el poder, sus dudas, desesperación o motivos para hacerlo y, en algunos casos, su miedo a morir.
Para el dramaturgo David Plana, la elección de Borís Godunov como hilo conductor pretende "servir de puente que lleve al espectador del siglo XIX al XXI y demostrar que el ser humano sigue cayendo en los mismos errores, sobre todo en la ambición por el poder". Los fusiles Kaláshnikov entre las butacas que se entrecruzan con las escenas de Godunov demuestran esa teoría con una frase casi profética: "Godunov no será el primer criminal que gobierna Rusia. Ni el último".
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