La crisis acentúa el mensaje de cambio
Obama y McCain modifican sus agendas para dar solución al caos de Wall Street
Las huestes de Sarah Palin han tenido que enfundar el lápiz de labios porque la terquedad de la crisis económica, reflejada en el cataclismo de Wall Street, se ha llevado por delante todas las frivolidades de la campaña, ha arrasado con las polémicas personales que la irrupción de Palin provocaron y quién sabe si también con el furor por la hockey mom. La campaña se ha puesto seria, las propuestas económicas son ahora lo más importante y el mensaje del cambio parece más atractivo que nunca.
"Echo la culpa a la filosofía que él [McCain] suscribe", afirma Obama
El republicano achaca el terremoto a "los viejos círculos" de Washington
Merrill Lynch ha donado al equipo de McCain 300.000 dólares
Wall Street ha contribuido a la campaña demócrata con 10 millones
Es precipitado anticipar las consecuencias electorales del drama que viven los mercados y la banca. Pero de lo que no hay duda es de que se trata de un suceso capital que ha cambiado de nuevo la dinámica de la campaña y al que ambos candidatos, John McCain y Barack Obama, trataban ayer de responder aceleradamente en lo que saben que es un desafío del que depende su futuro.
Ambos candidatos se presentan ahora al público con un proyecto de cambio: uno, de cambio del partido y de la política económica que gobiernan hoy; y otro, de cambio de orientación respecto a lo hecho por sus correligionarios durante los últimos ocho años. Aquel que consiga convencer a los electores de la solvencia y autenticidad de su cambio será el próximo presidente.
Obviamente, los dos han reajustado sus agendas para dedicarse a hablar extensa y exclusivamente sobre la situación económica. La estrategia de Obama es, claramente, la de señalar a la actual Administración y a McCain como causantes, directos o indirectos, de las turbulencias que se viven.
"Yo no le echo la culpa a McCain de estos problemas", afirmó ayer el candidato demócrata, "pero le echo la culpa a la filosofía económica que él suscribe, la filosofía económica que ha dominado en los últimos ocho años, la misma que da más y más a los que más tienen".
McCain, por su parte, ha abandonado todos los otros recursos sobre la personalidad de su rival y se ha concentrado en acentuar su preocupación por los hechos que acontecen en el ámbito económico y sus diferencias con la Administración de George Bush.
Al tiempo que proponía ayer la creación de una comisión oficial de alto nivel para seguir de cerca el desarrollo de la crisis financiera, el candidato republicano imputaba a "los viejos círculos y la corrupción de Washington" la responsabilidad del actual terremoto. "Yo ya había advertido hace dos años que la situación se estaba deteriorando y haciendo inaceptable. Ahora yo sé cómo arreglarla y cómo conseguir que las cosas vuelvan a funcionar", declaró McCain.
Entre los segundos espadas, Palin ha perdido súbitamente el estrellato en los medios de comunicación, entre los que ayer empezó a colarse tímidamente el candidato demócrata a la vicepresidencia, Joe Biden: "Miren lo que está pasando, miren quién nos ha metido en este hoyo, qué políticas".
Es un juego muy delicado en el que aquel que sea pillado en un renuncio puede ser castigado en las encuestas. McCain empezó con un resbalón al afirmar el lunes, en medio del desplome del Dow Jones, que "los fundamentos de la economía son sólidos". Después de duros ataques de parte de Obama, que utilizó esa frase como prueba de que su rival está ajeno a los sufrimientos cotidianos del ciudadano medio, McCain rectificó. Ayer dijo que "los fundamentos de la economía están amenazados y en riesgo porque algunos en Wall Street han tratado Wall Street como un casino".
Pero el juego es delicado también porque el ahora odiado Wall Street ha sido hasta ayer fuente de asesoramiento y de fondos de ambas campañas. El principal contribuyente corporativo a la campaña de McCain, con 300.000 dólares, ha sido hasta ahora Merrill Lynch, precisamente la firma que el pasado domingo negro fue comprada por Bank of America. El consejero delegado de Merrill Lynch, John Thain, ha organizado personalmente campañas de recaudación en las que ha reunido alrededor de medio millón de dólares para McCain. Y el principal asesor económico hasta hace pocas semanas del candidato republicano era el ex senador Phil Gramm, que fue el campeón en el Capitolio de los sucesivos esfuerzos desreguladores de Wall Street.
El campo de Obama tampoco está libre de esa influencia. Wall Street en su conjunto ha donado a la campaña demócrata cerca de 10 millones de dólares, tres millones más que a la republicana. Todavía se recuerda que el primer elegido por Obama para presidir el equipo selector del vicepresidente fue James Johnson, antiguo consejero delegado de Fannie Mae, una de las firmas de créditos quebradas.
Entre sus principales colaboradores está el secretario del Tesoro, Robert Rubin, ahora asesor de Citigroup y una de las vacas sagradas en el mundo de la banca. Precisamente el lunes, Obama se reunió con Rubin, con el que fue su sucesor en el Tesoro, Lawrence Summers, y con un ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, en busca de consejo para afrontar esta crisis.
Falta le hace. Aunque las encuestas lo consideran aún -después del efecto Palin- mejor preparado que su rival para el manejo de la economía, lo cierto es que ninguno de los dos presenta un buen expediente en la materia. McCain reconoció en público durante las primarias que no sabía nada de economía. Lo demuestra su escasa vinculación con esos temas durante su larga estancia en el Senado. Pero más pobre aún es el currículo de Obama, que ni siquiera ha tomado parte en los principales debates al respecto en esta legislatura.
La apuesta económica reguladora de Obama tiene ahora, sin embargo, mejor cartel que el modelo ultrapermisivo que McCain (y sobre todo Palin) representa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.