Resaca tras una velada cultural
28.000 kilos de basura, publicidad y obras desmontadas: otra vida más allá del festival
Lo peor de una fiesta siempre es recoger. Cuando la fiesta dura 10 horas, tiene cientos de miles de invitados y ocupa media ciudad, la cosa se complica. Por ello la recogida de la Noche en Blanco arrancó una hora antes de su inauguración (a las 20.00 del sábado) y acabó hacia las nueve de la mañana; es decir que duró cuatro horas más que la propia fiesta. No hay números totales de asistencia, pero las 120.000 personas que pasaron por la Cibeles y la Puerta de Alcalá, las 15.000 del Matadero, o las 6.000 del Conde Duque, junto a todas las que pulularon durante horas por el centro dejaron tras de sí un total de 27.955 kilos de basura.
La recogida arrancó una hora antes de la inauguración del festival nocturno
El colectivo Basurama puso un cubo gigante y transparente
La "operación recogida" estuvo coordinada por el Selur, el servicio de limpieza urgente del Ayuntamiento, una especie de geos de la escoba, que se encargan de atusar el paso de manifestaciones, celebraciones deportivas o tormentas de granizo. La operación Noche en Blanco contó con un refuerzo de 128 personas y 35 máquinas entre barredoras, fregadoras y baldeadoras. Desde el área de gobierno de medioambiente aseguran que lo más importante fue la "flexibilidad", acudir allí donde hiciera falta, hasta que "la ciudad recuperase la normalidad".
Bajo una aparente normalidad, a las 12.00 del domingo la plaza de España todavía tenía algunos síntomas de resaca, y eso, a pesar de que según Medioambiente, el público "es más cívico que el de otro tipo de eventos", es decir, que no tiende a hacer botellón y usa las papeleras.
Por la mañana, sin embargo, se notaba que había habido fiesta. Las vallas municipales que protegieron a los espectadores de los fuegos artificiales, esperaban todavía amontonadas y entorpeciendo el paso, a ser recogidas. La calzada estaba limpia, pero las papeleras rebosaban basura y los contenedores estaban llenos, a pesar de que en toda la ciudad se habían colocado islas ecológicas, cubos para envases (51 más) y restos (63 más).
Quizás las islas no fueron del todo suficientes, ya que junto a la fuente de la plaza de España, uno de esos depósitos para las cacas de perro estaba atiborrado de latas de cerveza y postales con la foto de la luna del fotógrafo Chema Madoz que cuelga del edificio España.
Dentro de la fuente, decenas de cartuchos de pólvora y sacos terreros utilizados por los artificieros enturbiaban más aún el agua. En las callejuelas aledañas, el olor a orines se agudizaba con el sol matutino.
El colectivo Basurama, experto en las campañas por el reciclaje de residuos, creó, a la salida del festival de DJ's con el que acabó la velada cultural en el Paraninfo de la Complutense, un cubo transparente gigante. "Normalmente, cuando tiras algo cae en un agujero negro, no sabes dónde va a parar. Ver una pared enorme con los estratos de basura es impactante y ese choque te hace reflexionar. El objetivo es comprender que casi todo lo que compras lo tiras; provocamos acciones que reflejen ese exceso", explica Rubén Lorenzo, portavoz del colectivo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.