"Cada año equivale a empezar de cero"
Mikel Olaciregui se dispone a abordar su octava edición al frente del Festival Internacional de Cine de San Sebastián desde el pragmatismo del economista que es y la pasión de cinéfilo que ha cultivado toda su vida.
Pregunta. Ha prometido un festival de criterios abiertos y carente de prejuicios. ¿Puede aclarar esa definición?
Respuesta. Es un festival en el que tienen cabida tanto las majors que distribuyen el cine comercial como las casas de venta internacionales especializadas en productos experimentales. En cuanto a la carencia de prejucios, me refería a que abordamos la selección de películas buscando la calidad, independientemente del nombre del director. Pero este año se ha dado la circunstancia de que las películas de la selección son de directores habituales de los grandes festivales que, aunque de la misma liga [la categoría A], son mayores que nosotros, como Cannes, Berlín o Venecia.
"Nuestra selección es lo más brillante que ha tenido el festival en muchos años"
"Ascendemos gracias a decisiones que han tenido éxito los últimos diez años"
"Otros festivales han optado por ampliarse de una forma exagerada y poco reflexiva"
"De las 15 películas que compiten, el peso de Francia es importantísimo en cuatro"
P. ¿Cómo se sobrevive entre los grandes festivales? ¿Qué factores determinan una trayectoria, o se trata simplemente de ciclos?
R. Estamos ascendiendo, pero esta trayectoria obedece a decisiones bien tomadas que han tenido éxito a lo largo de los últimos diez años. Por ejemplo, no hemos querido crecer, cuando los festivales han optado por ampliarse de una forma exagerada y poco reflexiva. Toronto, ahora mismo, está presentando 300 películas y nosotros estamos en un formato de 70. Eso nos permite que haya más comunicación entre los asistentes y garantizar al productor que su filme tiene cobertura y promoción mediática.
P. Pero la promoción también está garantizada en Venecia y este año no ha tenido películas destacadas.
R. He leído una crónica alusiva a los precios de Venecia. Es un festival muy caro, con muchísimas películas, mientras los costos en San Sebastián son todavía razonables y garantiza el retorno mediático de la película. Este sería otro factor que ha ayudado a potenciar San Sebastián. Hace 15 años, competíamos con Venecia en las secciones paralelas y ahora podemos competir también con la sección oficial.
P. ¿El hecho de ser un festival con 56 años, de los más antiguos, ayuda en la pelea por conseguir los filmes de cada año?
R. Un éxito reciente, una edición valorada a nivel internacional ayuda a la siguiente, pero también se difumina. Cada año es un riesgo, equivale a empezar de cero. Además, no dependes de lo que te gustaría, sino de lo que se produce al año.
P. ¿Y cómo ha sido la cosecha de este año? Defina la selección de las 15 películas que competirán por la Concha de Oro entre las 145 producidas este año.
R. A nivel de nombres, nuestra selección es lo más brillante que ha tenido el festival en muchos años. Esto es objetivo. Y la ventaja de tener grandes nombres, como Michael Winterbottom, Hirokazu Kore-Eda, Daniel Burman o Samira Makhmalbaf es que, guste o no su película, tienen un público objetivamente interesado. En este sentido, la programación es sumamente sólida. En mi opinión, las películas están a la altura de las expectativas que despiertan estos directores. Además, los filmes no se han seleccionado por llevar esas firmas, sino por ser dignos de estar ahí.
P. El festival ha tenido en épocas prevención con el cine americano y problemas con el francés.
R. Eso está normalizado. En competición tenemos una americana, Frozen River, de Courtney Hunt, premiada por el público del Festival de Sundance y que también compite al premio Nuevos Directores, además de la inauguración, la clausura y otras dos películas fuera de concurso, El niño con el pijama de rayas y Tropic Thunder. Pero de las 15 películas que compiten, nueve son de origen europeo y el peso de Francia es importantísimo en cuatro de ellas. Hace años que Francia está muy presente aquí.
P. ¿Y las españolas? Pueden beneficiarse de una gran promoción, pero también corren el riesgo de salir muy malparadas.
R. Ese riesgo existe, para lo bueno y para lo malo, pero no es un problema. Este año tenemos tres totalmente distintas. Una muy comercial, que produce Almodóvar, El patio de mi cárcel, que va a gustar al público; Tiro en la cabeza, que responde al cine inteligente y experimental de Jaime Rosales y Camino, de un Javier Fesser que cambia de registro completamente con esta película, que va a ser polémica.
P. Tiro en la cabeza alude al problema vasco, algo que suele ser habitual en el certamen.
R. Parte del asesinato de dos guardias civiles en Capbreton, pero quien vaya a ver una reconstrucción de un acto terrorista no va a encontrar eso. No voy a desvelar nada, pero Rosales ya había tocado el tema de una víctima en La soledad.
P. Los Premios Donostia han sido aplaudidos hasta en el momento de anunciarlos.
R. Con Meryl Streep lo habíamos intentado y este año ha podido ser. No vamos a encontrarnos con una diva caprichosa, sino una mujer muy de su tiempo: activa, trabajadora y que sabe muy bien sus compromisos con el público y la prensa. En cuanto a Antonio [Banderas], lo consideramos el vecino de enfrente, porque es muy accesible, pero ha sido el pionero en ese salto a Estados Unidos en un año en que Bardem gana un Oscar y Woody Allen presenta su película en Zabaltegi.
P. ¿Se han cumplido sus expectativas en estos ocho años de director?
R. Soy economista y siempre he planteado el festival como una plataforma cultural en la que hay que resaltar los valores del cine, pero desde el primer año defendí la importancia de que cumpla la premisa de ser a la vez útil para la industria, y en ese aspecto hemos orientado el certamen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.