Sin Le Pen no hay lepenismo
Muchos dictadores creyeron que su desaparición no supondría el final de su causa. Pero sin Franco no hubo franquismo y sin Mao, maoísmo. Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional (FN) francés, piensa que el lepenismo perdurará una vez se retire y le releve, en el próximo congreso en 2010, su hija Marina,
a la que ahora elogia pero con la que ha mantenido una relación de amor y odio, como ha sido la vida de este vanidoso y pendenciero ultraderechista, de origen modesto, que alardeó de haber torturado durante la guerra de Argelia, que puso en duda la práctica nazi de las cámaras de gas y que sonrojó a la Francia democrática con sus 5,5 millones de votos en las presidenciales de 2002.
Le Pen vive la triste crisis de la vejez. El partido está abrumado de deudas. Y, ¡horror!, ha tenido que vender
la sede oficial parisiense
a la Universidad de Shanghai. Ha anunciado que se retira. Por otra parte, con 80 años más que cumplidos, ¿qué puede esperar el león de la Bretaña? Si sus seguidores le mostraran afecto deberían engañarle: asegurarle, como lo hacía la vieja guardia al Caudillo o la viuda de Mao con el Gran Timonel, que sus ideas seguirían siendo el faro universal.
Marina tendrá que inventarse algo distinto al lepenismo, más presentable, para seguir cautivando en Francia a los que odian la globalización o comparten la xenofobia y el racismo del padre. De hecho, la futura líder del FN habla ya sobre los inmigrantes magrebíes de modo diferente e incluso admite el aborto. A Jean-Marie nadie le podrá acusar de haber sido inconstante con sus barbaridades. Las dijo hace medio siglo, cuando se convirtió en el diputado más joven de la Asamblea Nacional, las continuó manifestando durante sus campañas a la presidencia de la República y las vociferó en Bruselas en su calidad de eurodiputado, con o sin el parche en el ojo y su vestuario un punto hortera de maître de restaurante. No se achantaba ni por las fotos de su esposa desnuda ni por las demandas perdidas.
La bestia la alentó Mitterrand cuando, con objeto de dividir a la derecha, hizo la reforma electoral que catapultó al FN. Y el sepulturero fue Sarkozy, en las pasadas presidenciales, al pescar votos en el programa del FN. Que conste en acta.
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