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Reportaje:LIBROS | Perfil

Para llegar a José-Miguel Ullán

Gustavo Martín Garzo

En El secreto de Garcilaso, Lezama Lima se pronuncia contra los falsos dualismos que fundan nuestra cultura: arte y vida, claridad y oscuridad, experiencia y lenguaje. La poesía, para el escritor cubano, debe resolver esas contradicciones. Toda la obra de José-Miguel Ullán, reunida ahora por Galaxia Gutenberg, persigue algo así. Ullán sabe que el secreto de la realidad radica en el lenguaje, pero también que las palabras no son dueñas de ese secreto: lo traen y lo llevan como los pájaros llevan en su cuerpo el polen o las semillas de las plantas. Portan algo que desconocen, que nunca está donde debe. La poesía debe dar cuenta de todas ellas: las palabras del charlatán y las del místico, las palabras de las canciones y las del poeta puro, las palabras de nuestra razón y las de los sueños. Su tarea es propiciar los enlaces entre elementos separados por abismos de tiempo, espacio o sentido. Como el célebre tapiz de La dama y el unicornio, debe regirse por las leyes no escritas de las correspondencias. Anda y vuelve canción a deshacer los nudos.

El mundo poético de Ullán es un mundo hecho de fragmentos, de palabras que giran alrededor de delicadas llamas

La poesía es esa dama que deshace los nudos. Ha plantado su carpa en el bosque y, mientras espera, despiertan sus cinco sentidos dando paso a un mundo de almendras confitadas, espejos, palabras y rosas. José-Miguel Ullán nos lleva a lugar así con sus extraños poemas. Nos dice que es preciso estar atento al lenguaje, encontrar en él la historia no realizada, la sorpresa del absurdo creador. Somos ladrones de palabras y el poeta, como la dama de nuestro tapiz, no es tanto el que espera que la inteligencia le dé el nombre exacto de las cosas como el que sabe que nada tiene un único nombre.

Así es la poesía para Ullán, una tienda plantada en el bosque, cuyo rótulo dice: "A mi único deseo". Pero ¿sabemos qué quiere el deseo? No lo sabemos, y la poesía es desconocimiento: "lo que el humo no escribe". El poema como tránsito, la secreta puerta que nos permite adentrarnos en un espacio abierto a la contaminación beneficiosa. Un espacio generoso, antidogmático, capaz de fecundarnos. "Qué es esto que yo no he sido", tal es la pregunta inagotable del deseo.

Montaigne dijo en sus Ensayos que el hombre es "un objeto extraordinariamente vano, diverso y fluctuante". Su yo no es rígido, se transforma, se mueve a oleadas. Y Ondulaciones es el título que José-Miguel Ullán ha elegido para reunir su obra poética. Nada está fijo en el hombre, nada es una sola cosa. Somos al tiempo el perverso y el candoroso, el rico Epulón y el pobre Lázaro, la oscuridad y el candil. Lo que somos hoy no se confunde con lo que fuimos ayer, pues nuestra experiencia se modifica sin descanso. El poeta, como la dama del tapiz, no sabe en realidad quién es ni lo que quiere. Por eso su tienda no puede ser un lugar de solemnidad, sino irónico. "Benditas sean las cosas que llegan siempre tarde", escribe Ullán. La poesía es la historia del que espera algo que no puede ser dicho de una sola manera. Algo que es disparatado y familiar, impredecible y cercano, procaz e inocente a la vez: como el unicornio. "Lágrimas negras / en un tubo vertía / mosquitas muertas".

En Un artista del trapecio de Kafka, un trapecista se entrega a tal punto a su arte que incluso cuando tiene que descender al suelo lo hace buscando los lugares que le recuerdan su posición en lo alto de la carpa del circo. Duerme encima de los armarios, se encarama a las sillas como si lo hiciera a su propio trapecio; cuando viaja, elige como asiento la redecilla donde se ponen las maletas. Su única obsesión es permanecer suspendido en el aire. Eso es el trapecio para él, un lugar de espera. Hay un momento en que nos confiesa lo que quiere: una segunda barra, una barra a la que saltar desde la suya. Todo su arte consiste en la búsqueda de ese otro trapecio que le permitiría actuar en un mundo de sentido, a salvo de la muerte.

También la poesía de José-Miguel Ullán busca esa segunda barra, el cuerno del unicornio, su llama. En uno de los textos de Cómo lo oyes, Ullán evoca su conversación con un muchacho mexicano llamado Abiel. No fuma, no bebe, tiene cuatro novias y no sabe decidirse por ninguna. Pero lo que más le gusta es internarse de noche en el monte en busca de venados. Lo hace por encontrarse con una luz blanquísima. Abiel sostiene que de todos los animales sale una luz rojiza, menos del venado. Basta con apuntarle con la escopeta para que brote de sus ojos "una luz tan blanca que casi te hipnotiza". Para Abiel nada es tan hermoso como esa luz blanquísima, y lo que más lamenta es que "el hombre sea el único animal sin luz propia".

El mundo poético de José-Miguel Ullán es un mundo hecho de fragmentos, de palabras que giran alrededor de delicadas llamas. "A ver si ahora / el amante se fija / sólo en su sombra". El poeta debe volverse hacia ese mundo de sombras buscando la llama blanca de su venado. Thomas Hardy escribió un poema en que habló de algo así. El poeta está en su casa, y siente cómo alguien se aproxima cada noche a su casa. Descubre que es un ciervo. Un ciervo que ha cogido la tímida costumbre de abandonar el bosque para acercarse a su casa y extasiarse ante las ventanas iluminadas por el fuego. Y el poeta comprende que vive para esperar cada noche ese momento. Ullán nos ofrece el merodeo de ese ciervo, su proximidad, el brillo de su mirada en la noche. No nos dice para qué se acerca, ni lo que quiere, pero nos hace irnos detrás, como las vacas suelen hacer con las niñas; al menos en la mirada de los poetas.

De esa mirada le habló a Ullán una tarde su amigo Gabriel Zaid. Había ido a Galicia a participar en un homenaje a Rafael Dieste y terminaron hablando del escritor gallego contemplando una tarde el paso de una niña y una vaca. "La niña era la inocencia. La vaca era la mansedumbre. Y la inocencia no ocultaba su particular firmeza: ese dejarse guiar por lo que viene detrás. Mientras que la mansedumbre tampoco consistía en seguir por seguir a la mocosa, en plan bestia, sino en dejarse llevar por el ritmo del corazón. Porque las vacas, pensaba Rafael Dieste, sienten veneración por las niñas. Una veneración que nace del asombro que les produce encontrarse de pronto ahí, al lado de un figura tan perfecta".

"Dejarse llevar por el ritmo del corazón, soñarte con preguntas, alzar el vuelo es abrirse a la carne, la sangre ofrece un nombre a lo siempre anterior". ¿Qué significa esto? Lo más claro: seguimos con la dama del unicornio. La hemos acompañado hasta el bosque, y esperamos junto a ella. "A mi único deseo", puede leerse en el umbral de su tienda. Eso es la poesía: la creación de una espera, sentirnos mirados por lo que no habla.

Ondulaciones. Poesía reunida (1968-2007). José-Miguel Ullán. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2008. 1.364 páginas. 44,90 euros.

El poeta José-Miguel Ullán (Villarino de los Aires, Salamanca, 1944).
El poeta José-Miguel Ullán (Villarino de los Aires, Salamanca, 1944).ÁLVARO GARCíA

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