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Crónica:VUELTA 2008 | Décima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Primer triunfo a los 34 años

El otro Hinault, Sébastien, se impone por sorpresa en la meta de Zaragoza

Viento. Polvo, viento, niebla y sol. Y donde hay agua una huerta. No hubo polvo ni niebla en la Vuelta para completar el verso de José Antonio Labordeta, el que explica qué y cómo es la tierra de Aragón. El viento en el ciclismo es algo así como el viento en los toros: te desarma, te descubre y te deja a merced del morlaco, que en el ciclismo se llama abanico. Pero no. Tras la lluvia de Andorra y el sol de Baqueira, llegó el viento de Zaragoza, profundo pero lateral y, al final, incluso favorable. Y hubo un poco de agua y de sol. Y un valiente con un apósito en el moflete a causa de alguna caída. Un eslovaco, Matej Jurko, buen contrarrelojista, que se lanzó a la aventura de desafiar al pelotón por las grandes avenidas que llevan de Jaca a Zaragoza y que se entregó a menos de 20 kilómetros de la meta. Era lo lógico. Uno contra todos, era una batalla perdida. Más aún cuando el Euskaltel, el equipo del líder, trabajaba con denuedo y contaba con la colaboración natural de los equipos con velocistas que querían triunfar junto a la Expo 2008, una meta habitual para los sprinters.

Mientras Jurko laboraba encima de la bicicleta y el pelotón miraba el reloj para calcular sus posibilidades, la carrera seguía otro viento, otro ventarrón en forma de noticia anticipada que animó la marcha: el retorno de Lance Armstrong al ciclismo activo, quizá en el Astana, dirigidopor Johan Bruyneel -el belga no confirmó nada- y cuyo líder es Alberto Contador, con la mirada puesta en el Tour. El tejano ha empezado por inscribirse en la agencia antidopaje estadounidense, paso previo a cualquier actividad profesional.

Y Jurko seguía y seguía pedaleando con su apósito en el moflete, que daba un aire heróico a la aventura. Se discutía de Armstrong, del futuro de la Vuelta, de la alianza Astana-Euskaltel o del error de cálculo del Caisse d'Epargne y el CSC en la meta de Jaca mientras el pelotón, impulsado por el viento lateral, iba comiendo terreno al escapado antes de lo previsto.

El Rabobank había pasado a la punta del pelotón, lo que anunciaba las buenas sensaciones de Óscar Freire para disputar, por fin, un sprint antes de su anunciada retirada el jueves en Suances para preparar el Mundial. Y estaba Boonen y el alavés Fernández de Larrea dispuesto a refrendar la buena estrella del Euskaltel con una victoria al sprint. No estaba Bennati y Van Avermaert se peleaba por el maillot por puntos con el Caisse d'Epargne para acabar arrebatándoselo a Valverde.

Pequeñas batallas junto a la Expo en espera de un sprint clásico de los clásicos, que disponían de tres finales propicios (el de Suances, mañana, pica hacia arriba) tras las peleas ajenas de los Pirineos y antes de Asturias. Y no. El clasicismo sucumbió. Ganó Sébastien Hinault, cómodo, poderoso, por delante de Mondory (otro outsider), de Van Avermaet y de Freire, que sí, que lo disputó, pero o calculó mal o le faltaron las fuerzas. El resto ni lo intentó. Hinault, nada que ver con Bernard salvo que ambos son franceses, ganó a los 34 años su primera gran etapa tras triunfos menores en Alemania o Polonia, por ejemplo.

Está claro que la Vuelta se ha afrancesado. Han ganado Hinault y Moncoutié (líder de la montaña) y Chavanel ha sido líder de la carrera. Los nuevos tiempos de la Vuelta. Cuenta Labordeta que un amigo suyo aragonés, catedrático de la Universidad del País Vasco, cada vez que regresa a la capital maña afirma sobrecogido: "¡Qué bonita es Zaragoza! ¡Joder, cada vez se parece más a París!". Pues eso debió de pensar Hinault. El otro. Sébastien.

Sébastien Hinault (a la izquierda), en el momento de imponerse al <i>sprint</i> en Zaragoza.
Sébastien Hinault (a la izquierda), en el momento de imponerse al sprint en Zaragoza.AFP

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