'Kufiya'
Me había prometido a mí mismo no volver a escribir sobre Juan Manuel Sánchez Gordillo. Al fin y al cabo es el alcalde de una minúscula localidad y pertenece a una corriente minoritaria de una organización pequeña. IU ha tenido buenos diputados por Sevilla, como Felipe Alcaraz, Concha Caballero y, en el Parlamento nacional, a Fernando Pérez Royo. Cada uno dejó constancia de su dedicación a las tareas parlamentarias. Tan sólo una componenda interna permitió alcanzar el acta de diputado al que se autodenomina "líder jornalero", que en su vida trabajó en el campo, no vareó aceitunas, no recogió remolacha, no cogió una hoz, no recolectó fresas, no vendimió ni participó jamás en tareas agrícolas. Fue hábil en la negociación interna, al hablar con todos los sectores para obtener un puesto que le garantizase el acta de diputado. Gordillo es un simple diputado de un parlamento con más de 100 miembros y es de los menos activos, de ese tipo de diputados que no trabajan en la Cámara sino que se valen de ella. La única cualidad de Sánchez Gordillo es su extravagancia. Si no vistiera camisas desabrochadas, si no llevara chándal, si no tuviera la barba asilvestrada, si no usara declaraciones altisonantes, no lo conocería nadie. Un alcalde de pueblo más. Otro diputado. Un pequeño actor secundario en IU e insignificante en la política andaluza. Ni siquiera su promesa de llevar la pañoleta hasta la liberación del pueblo palestino hubiera sido más que una boutade propia de quien no sabe cómo llamar la atención. Para qué gastar tiempo en alguien de tan poco interés intelectual y político si no fuera porque el hombre, en su afán de notoriedad, monta un circo de vez en cuando para recuperar un poco de fama. No se sabe para qué tuvo tanto empeño en ser diputado porque se desconoce su labor legislativa. Si su interés son las nobles causas de los desfavorecidos del mundo, no hace falta el acta en el Parlamento andaluz, bastaría trabajar en una ONG.
Mientras sus compañeros de escaño se esfuerzan en elaborar leyes, para controlar al Gobierno, para mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos, Sánchez Gordillo nos ofrece el enésimo capítulo de su culebrón personal. Como ya ha caído en desgracia el cliché del irredento jornalero que ocupa fincas y lucha puño en alto contra los cortijos y la aristocracia, hay que inventarse al líder internacional. Por todo ello, no quería dedicarle más atención pero no resisto la tentación. El hombre se va a otro país, Israel, a intervenir en su política y se altera porque le hacen unas preguntas y le abren el equipaje. En vez de pedir libertad y mejora de las condiciones de vida de los palestinos, su preocupación es obtener algo de impunidad en su turismo revolucionario para lo que quiere que el carné de diputado andaluz tenga validez universal. Ya se sabe que nuestro himno dice "Andalucía por sí, para España y la Humanidad" y a lo que se ve al diputado sevillano le interesa la última parte. El eterno alcalde de Marinaleda podría ir a Osetia, a Zimbabue, a Myanmar, y con enseñar el carné de diputado andaluz las autoridades deberían pasarlo por la zona VIP y ponerle un coche oficial para que no tenga las molestias que tienen los demás viajeros. Seguro que en el aeropuerto Ben Gurion no llamó la atención la barba del falso líder jornalero, porque es la que usan los ultraortodoxos del barrio de Mea Sharin. Baste con que se hubiera puesto abrigo y sombrero negro para pasar desapercibido. Pero a él le gusta la moda revolucionaria y lleva tiempo con la misma pañoleta, una kufiya que aunque no envuelve su cabeza ha debido alcanzar un cierto olor si la tiene en el cuello desde hace seis meses, con el calor que hace en Marinaleda. Quizá le requirieron por la prenda, que si obtiene la inmunidad internacional paseará por medio mundo, allí donde localice una cámara de televisión, un periodista o un fotógrafo para luego explicarnos lo que hace, todo menos ejercer de diputado en el Parlamento andaluz.
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