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Reportaje:Salvamento bancario en Estados Unidos

El heterodoxo rescate de dos colosos enfermos

Claudi Pérez

Los cimientos del liberalismo en su versión más radical -el fundamentalismo de mercado- se resquebrajan. La crisis que se desató hace poco más de un año con las hipotecas basura, las subprime -apenas una pequeña porción de alto riesgo del imponente mercado hipotecario norteamericano-, amenaza con herir de suma gravedad al sistema financiero más grande e influyente del mundo. Lo que empezó como un episodio de turbulencias se ha transformado en un huracán. Con efectos devastadores: una crisis de fe.

El país que defiende la supremacía del mercado que alumbró el Consenso de Washington se ve obligado ahora a intervenir en bancos cotizados. La paradoja es que el principal defensor de la ortodoxia económica del mundo es capaz de ser también el más pragmático para atajar la crisis, el más heterodoxo si es necesario. A poco menos de dos meses de las elecciones presidenciales, el Gobierno Bush lleva con ésta tres operaciones de salvamento en la banca y un plan de estímulo fiscal de 168.000 millones de dólares -algo así como el 12% del PIB de España- para impedir que la economía se vaya a pique. Sus posibles sucesores en los bandos demócrata y republicano apoyan la intervención. Poco importan los principios cuando está en juego la salud del sistema financiero, la punta de lanza de la economía de EE UU.

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Las crisis son grandes motores de cambio. Los expertos afirman que ésta en particular alumbrará una nueva era en las finanzas. Los destrozos en la banca obligarán a dotar de más regulación al sistema financiero tras los excesos desregulatorios de los últimos años, y probablemente a fusionar entidades. Pero eso será dentro de al menos unos meses: un año después del inicio del huracán, Fannie y Freddie abren algo así como una tercera oleada de problemas, asociados a una multitud de interrogantes por resolver.

Éstas son algunas de las cuestiones más trascendentales del último golpe de mano de Bush a la banca.

- Los inicios. Fannie Mae -la Asociación Nacional Federal de Hipotecas- se creó en los años treinta, en plena Gran Depresión, para facilitar la adquisición de viviendas mediante la compra de hipotecas a los bancos. Así se liberaba un dinero que podía utilizarse para dar nuevos préstamos. En 1968 fue privatizada para pagar los gastos de Vietnam, y poco después se creó Freddie Mac en aras de una mayor competencia. Ambas son compañías privadas, con accionistas y el consabido ánimo de lucro. Pero con un mandato público que les proporciona ciertas facilidades fiscales y la garantía del patrocinio del Gobierno. Ahí radica el primer problema: si ganan dinero -y se gana más si se arriesga mucho-, éste va a parar a los bolsillos de los accionistas. Pero si al final los riesgos asumidos provocan pérdidas, como ahora, los contribuyentes acabarán yendo al rescate. Es lo que en la jerga financiera se conoce como incentivos perversos, una de las principales causas de esta crisis.

- Criaturas híbridas. Se trata de entidades peculiares, que no tienen equivalente en España. Compran hipotecas a los bancos y con ellas emiten bonos; en teoría eso debería suponer mejores precios, pero sus críticos argumentan que las hipotecas norteamericanas son tan costosas como las europeas y, a la luz de lo que ha pasado, más problemáticas. La regulación financiera española, en cambio, obliga a los bancos a quedarse con las hipotecas y sólo después utilizar las mejores en las cédulas hipotecarias.

Tanto Freddie como Fannie han ido aumentando de tamaño (hasta el extremo: su cartera asciende a cinco billones de dólares, casi la mitad de la tarta hipotecaria de EE UU) y tomando más y más riesgos, aunque fueron un negocio redondo mientras la burbuja inmobiliaria se fue inflando. Pero con el pinchazo de la vivienda y el repunte de la morosidad -que en EE UU supera el 9%, frente al 1,5% en España- empezaron las dudas sobre su solvencia. Su papel en la crisis crediticia ha supuesto la puntilla. Se convirtieron en un actor esencial en las finanzas estadounidenses: en los últimos meses han acaparado tres cuartas partes de los derivados hipotecarios ante la ausencia total de mercado privado, por lo que parecían poco menos que la única tabla de salvación del sector. Pero con la crisis de confianza sus acciones se han desplomado en Wall Street.

- Intervención en dos fases. El influyente economista Paul Krugman asegura que el temporal en torno a Freddie y Fannie "se ha exagerado": todo el mundo sabía que el Gobierno Bush acudiría al rescate, lo que limitaba las consecuencias negativas para la economía. Y, en efecto, el Tesoro estadounidense aprobó en julio una ley para inyectar fondos en ambas entidades si era necesario. Un "bazoca" en manos de Bush, dictaminó entonces The Economist: el Ejecutivo estadounidense argumentó que sería suficiente con esa garantía, que no haría falta utilizarla. Como un arma de disuasión. No ha sido así, y la presión de los acreedores -Gobiernos como el chino, grandes fondos soberanos y otras entidades bancarias- obligan ahora al Tesoro a poner ese dinero sobre la mesa. A disparar el bazoca.

- Daños colaterales. El problema es que cualquier solución que adopte el Gobierno es problemática. Y costosa. El equipo de John McCain se decanta por intervenir para después reducir su tamaño, mejorar su eficiencia y eliminar toda vinculación con la Administración. Pero eso supone una notable inyección de dinero en un momento delicado para las arcas públicas estadounidenses. El candidato demócrata Barack Obama se decanta por intervenir sólo si las ganancias también se socializan. Lo más probable es que el Tesoro estadounidense vaya inyectando fondos trimestralmente ante el horizonte que suponen las elecciones presidenciales. En cualquier caso, grandes dispendios y efectos sobre el conjunto del sector financiero, cuya confianza está en entredicho desde hace tiempo.

Como todo escándalo financiero, la crisis de Freddie y Fannie tiene también ribetes políticos. Las advertencias sobre su escasa capitalización y los riesgos para los contribuyentes han sido continuas, pero las dos compañías contrataron con frecuencia a políticos influyentes de ambos partidos para acallar las críticas.

- El dilema. Too big to fail, demasiado grandes para caer. Ése es el argumento principal de quienes abogan por la intervención. ¿Por qué poner dinero público para salvar a dos entidades cuyos beneficios fueron siempre patrimonio del sector privado? Porque la banca, el mercado de la vivienda y la economía irían inmediatamente detrás de esa caída, dicen los expertos.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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