Sin héroes ni vencidos
Leipheimer gana una crono en la que ninguno de los aspirantes a la general se hundió ni se salió
¿Pero se puede saber quién ganó? Recapitulemos. Ganó Leipheimer, (como había pronosticado Contador, su jefe) y además se enfundó el jersey oro. O sea que ganó dos veces, gracias, sobre todo, a un explosivo final. Perdía 42 segundos respecto a Quinziato a falta de 14 kilómetros y en la meta adelantó al italiano en 33 segundos. O sea que en 14 kilómetros le metió al del Liquigas 1m 15s. Impresionante en ese terreno plano y con viento de cara en algunas fases del recorrido.
Ganó Contador, al que no le preocupa su compañero Leipheimer. Ganó el de Pinto porque le enroscó 10 segundos a Valverde (el aspirante virtual) y, sobre todo, porque le endosó 41 segundos a Sastre, el enemigo real. Pero ganó Valverde, el autoeliminado permanente, que se largó tres cuartos de contrarreloj impresionantes, para acabar cayendo al final. Para el murciano, fue una dulce derrota: 10 segundos, cuando uno dice que no cuenta para el éxito final, parece más una circunstancia que una importancia cronológica. Y resulta que también ganó Sastre, porque la distancia respecto a Contador y Valverde no fue estratosférica, sino asumible.
Pero ganaron más. Ganaron Chavanel y Quinziato (2º y 3º), un outsider y un semicandidato que firmaron tiempos magníficos aunque su presencia final se difumina demasiado si se pone la vista en Madrid. Ganaron protagonismo y autoestima. Pero esperen, esperen, que hubo más. Ganó Igor Antón, que afrontará los Pirineos con 2m 10s de desventaja con Contador, cuando él mismo había vaticinado uno o dos más. Perder, perder, lo que se dice perder, perdieron Cunego, que se dejó 3m 51s en el camino interior de Ciudad Real, mientras los magullados Kloden y Schumacher resistían, aunque no parecen dispuestos a batallar en la segunda semana.
Así que todo indica que Ciudad Real ofreció una victoria coral que no deja a nadie victorioso y a nadie herido. "Ninguno de los hombres de confianza de los equipos ha fallado y todo ha transcurrido con bastante lógica", resumía Eusebio Unzue, director del Caisse d'Epargne. Nadie se hundió y nadie se salió. La carrera empieza ahora, aunque deja algunos síntomas de inexacto diagnóstico. Los tres aspirantes promovieron sensaciones subjetivas. Contador, el mejor preparado, hizo lo previsto: una buena contrarreloj, a ritmo contante con su desarrollo habitual. Sastre, el más castigado del año, estableció su pérdida en la horquilla esperada, ni mucho más, ni mucho menos de lo esperado, respecto a sus rivales.
Y Valverde... fue Valverde. El autoexcluido del triunvirato fue mucho más allá de lo esperado, discutiendo primero el triunfo de etapa y después el liderato. Le sobraron 10 kilómetros. "Era una etapa que no me venía bien. Había rectas que daba miedo verlas, por eso he salido a tope", aseguraba. Ni Contador ni Sastre ni Valverde se autodefinen como contrarrelojistas, por lo que estas cabalgadas les provocan cierta ansiedad en la que el miedo a la rendición está siempre presente. Nadie se rindió a sabiendas de que la contrarreloj era sólo el banderazo de salida para los largos puertos de los Pirineos (donde quizás impere el tacticismo sobre la valentía) y las cortas paredes de Asturias (donde quizás imperen las aventuras desesperadas según lo ocurrido en la frontera con Francia).
En Ciudad Real la contrarreloj dejó algunas impresiones objetivas: Leipheimer no será el enemigo en casa de Contador; Contador es el aspirante más en forma; Sastre está en mejor forma de la que anuncia y Valverde no está en la mala forma que vaticina. Tres aspirantes en menos de minuto y medio. Por eso ganaron todos, aunque Leipheimer un poquito más, eso es cierto.
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