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Entrevista:Raúl Arévalo | Actor | Trotamundos

Pasta hecha a mano en Bergassana

El actor madrileño, que ayer estrenó la película Los girasoles ciegos, tiene grabado a fuego el recuerdo de un viaje a Venecia cuando era niño. Hace un año decidió revivir la experiencia y pasear por "esos canales poco silenciosos, que te hacen creer que has viajado a otro siglo".

¿Cómo se las ingenió para volver a Venecia?

En un pronto, mi pareja y yo compramos un billete de ida y vuelta a Milán. Teníamos seis días por delante y un coche que alquilamos al aterrizar.

¿Y se fueron para allá directos?

No, de Milán nos fuimos a la Toscana, y condujimos hasta llegar a Florencia.

Una parada estelar.

Y además cumplí un sueño; ver el David de Miguel Ángel en la Galleria dell'Accademia. Estuve a punto de echarme para atrás; el letrero junto a la cola de la entrada indicaba una hora y media de espera. Pero cuando por fin ves ese portento de más de cinco metros de altura te das cuenta que valió la pena.

¿Algún otro alto en el camino?

Por suerte, sí. Cruzamos a la Liguria, justo al norte de la Toscana, antes de dirigirnos hacia Véneto. Estábamos en la región de La Spezia, y se nos empezó a echar encima la noche. Dimos con una aldea diminuta llamada Bergassana. Preguntamos, y resulta que una de las cuatro casas era un hotel regentado por una señora que nos trató como a reyes y nos hizo una cena increíble a base de embutidos, verduras de su huerto y una pasta delicadísima que ella misma hacía a mano. Fue la sorpresa más grata del viaje.

Y por fin: Venecia.

Sí, y a pasear por las callejuelas más tranquilas de los sestieri (barrios), en las que de día sólo hay señoras tendiendo ropa en los balcones, y de noche: silencio. Vale la pena, aunque el embrujo sólo dure unos minutos: cuando doblas una esquina aparece el tropel de japoneses con cámaras y se acabó.

¿Me recomienda alguno de esos rinconcitos?

La isla de Burano, en la propia laguna veneciana. Llegas en vaporetto. Es como una Venecia en pequeñito con las casas pintadas de distintos colores, con flores en las ventanas... Lo gracioso es que el que quiere repintar la fachada de su casa tiene que pedir permiso a la Administración, que le indica cuáles son los colores permitidos.

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