Grass evita la polémica con el segundo tomo de sus memorias
El nuevo libro del premio Nobel Günter Grass, que lleva a la venta desde hace una semana, ha pasado inadvertido por las páginas culturales de los diarios alemanes. La cámara oscura es una continuación de las memorias del escritor, comenzadas hace dos años en el escandaloso Pelando la cebolla, donde el laureado Grass confesaba, 60 años después, su alistamiento juvenil y voluntario a la sanguinaria Waffen-SS del frente ruso. Aquella confesión causó un revuelo considerable dentro y fuera de Alemania, donde Grass se había constituido en una especie de conciencia nacional socialdemócrata. Para algunos críticos, fue un "paso valiente"; para otros, aquella confesión llegó demasiado tarde.
Las expectativas sobre posibles nuevas confesiones se ven ahora defraudadas. Ni un escándalo antes ni después de la publicación de La cámara oscura, donde el octogenario escritor reúne ficticiamente a sus ocho hijos para que continúen con el relato de su vida, que comienza como un cuento clásico: "Érase una vez un padre que, como estaba ya viejo, congregó a sus hijos y a sus hijas...".
Una cámara fotográfica con poderes proféticos y visionarios, la que da título al libro, permite excursiones al futuro y al pasado de los narradores y del propio Grass. La cámara Agfa, el único aparato que perduró tras un bombardeo aliado en la II Guerra Mundial, y su dueña Marie (Maria Rama, la fotógrafa familiar de Grass muerta en 1997, a quien va dedicada la historia) son los elementos mágicos en una narración familiar que repasa la vida del escritor entre 1959 y 1995. Aparecen en ella las esposas del escritor, algunas de sus amantes y los reproches de sus ocho hijos, que le afean que no jugara mucho con ellos, que no se separara de su escritorio y que no les contara cosas.
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