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Reportaje:críticas increíbles | el tiovivo

EL HÉROE MIEDOSO

Aquí, a la izquierda de mi mesa de trabajo, en la tercera balda de la librería, un poco ocultos por papeles y carpetas, está el Jorobado con una vieja enana en brazos; la vieja a su vez tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Sus actitudes plasman un conjuro tradicional. A su lado está san Genaro, con sus terribles dedos hipertrofiados. Ellos, junto con la figura en yeso de Totò, son los iconos de Nápoles. Diosecillos lares y penates de los napolitanos, de sus cocinas y de sus despensas. Y también genios protectores del caos y la mala fortuna.

Esta película de Totò es una parodia de Sangre y arena (1941), de Rouben Mamoulian. Una parte de Miedo y arena sucede en una imposible Sevilla, pero, si lo pensamos un poco, también Nápoles es imposible, y sin embargo, existe.

MIEDO Y ARENA

Director: Mario Matolli. Intérpretes: Totò, Isa Barzizza. 1948

El pobre Totò es mancebo en una farmacia. Un buen día, al poner un anuncio en el periódico, se trastoca su foto con la de un delincuente muy buscado. La foto aparece en primera plana y, cuando nuestro personaje va a comprar el periódico, el quiosquero huye despavorido. Le persiguen algunos viandantes con ánimo de detenerle. Vano intento de explicaciones: la policía, los comerciantes, los espontáneos perseguidores, no le escu-chan. Totò se refugia en un autobús, que resulta dirigirse al aeropuerto. Salir a escondidas de este autobús y embarcarse de polizón en un avión con destino a Sevilla es la cosa más natural del mundo, siempre que se sea Totò. Se disfraza de azafata y así aterriza en Sevilla. En Sevilla, el Totò azafatesco es cortejado por un tal Cast, que en realidad es un gánster. El gánster, ya a solas con él, dice que le ha reconocido. ¿Como Totò, ayudante de farmacia? No, como maestro de bandidos, como capo de tutti capi, sí, vio su foto en el periódico. Cast le propone raptar a una millonaria americana que se hospeda en el mismo hotel que ellos. Totò ya está en un lío infernal. Pero el hilo se sigue enredando, y a la azafata-gánster-mancebo de botica le espera la prueba suprema: torear en la Maestranza.

El héroe clásico no toma por sí mismo todas las decisiones que le impulsan a sus valerosas acciones. Quiere asistir, sobre todo, al espectáculo de su propia gloria. No sin mérito, no sin valor. Pero, en el caso de nuestro Totò, la ecuación cambia algunas variables: él no toma ninguna decisión heroica, pero la gloria también le aguarda. Con el mérito de no ser ayudado por ninguno de los dioses.

La película sigue: Totò abandona su traje de azafata y se viste de torero. El gánster, que le ha convencido de hacerse pasar por un valiente matador para impresionar a la millonaria americana, le tranquiliza. Por supuesto, no tendrá que ir a la plaza. Fingirá estar enfermo y ya está. Pero quien le atiende en su enfermedad simulada es un médico muy taurino, que no quiere que los aficionados se pierdan la corrida. Le da una aspirina y le declara apto para la lidia. Así que a la plaza. Totò tiene que elegir entre el ridículo o la gloria. No hay término medio, porque eso es una mera cuestión aritmética, y no la vida mientras se la está viviendo.

La película finalizaba con un discurso de Totò al astado. Y digo que terminaba porque los productores alteraron el final, por ser poco comercial. Decía Totò al toro: "Yo no quiero hacerte daño, no te quiero matar para que se diviertan cuatro desgraciados; me gustaría enviarte de nuevo al campo, a las praderas en que fuiste becerro, al amor de las vacas...".

Hoy, la figura en yeso de Totò se encuentra en el pequeño Olimpo de las tiendas de chinos napolitanos, entre barras de chicle, latas de refrescos y los otros genios del lugar: el jorobado Polichinela, Diana cazadora convertida en la bruja Janara, san Genaro... La gloria Todo a un Euro.

Tyrone Power y Rita Hayworth en <i>Sangre y arena, </i><b>de Mamoulian. </b>
Tyrone Power y Rita Hayworth en Sangre y arena, de Mamoulian.

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