La quinta de Gasol se gana el derecho a soñar
España tira de oficio para atrapar la final pese a la baja de Calderón y la tenacidad de Lituania
Los dientes apretados, sin Calderón, con Navarro desactivado, con toda la carne en el asador, sufriendo hasta decir basta, la mejor generación del baloncesto español abatió a la tenaz Lituania de Jasikevicius y se ganó el derecho a la gloria. 24 años después, España reta a los redentores del Dream Team, a los sucesores de aquel equipazo de universitarios, con Michael Jordan y Patrick Ewing al frente, que barrían en 1984, cuando Estados Unidos estaba en otra galaxia y no necesitaba sacar de la vitrina a los tenores de la NBA.
El salvoconducto para la cita costó lo indecible. España tuvo que coser la victoria con todos los hilos a su alcance, tirando de recursos y oficio mayormente. La magnificencia de Pau Gasol, fundamental; la agresividad de Rudy Fernández, imprescindible; la puntería de Felipe Reyes, el rebote y la defensa de Carlos Jiménez, el temple de Raúl López, el descaro de Ricky Rubio... Todo fue esencial. Sólo así podía abatir la lucidez de un Jasikevicius con el traje de gala, más delgado que nunca, en estado de gracia, con mando en plaza hasta el punto de suplantar las labores de su entrenador y con un ramillete de excelentes sumisos y valiosos peones.
La selección necesitó de todo y de todos para abatir la lucidez de Jasikevicius
El equipo de Aíto paseó por el alambre durante una eternidad, haciendo la goma
Gasol fue neutralizado por momentos a base de músculo, a veces excesivo
La medalla está asegurada y la segunda oportunidad, la buena, servida
España midió el juego al milímetro. Asumió el caudillaje de Jasikevicius y el acoso al que iba a ser sometido Pau Gasol. Ambas escuadras jugaron sus bazas desde el primer momento sin disimulo. España miraba a Pau Gasol y Lituania a Jasikevicius. España enviaba balones al tejado para que Pau Gasol les diera el último empujoncito y Lituania ponía todas las bolas en manos de su navegador. La insistencia en la pintura del equipo español le acabó dando 16 puntos más que a los lituanos cerca del aro y 13 tantos más desde una línea de tiros libres que pisó en 44 ocasiones. Lituania respondió a base de triples. El primero de una ráfaga de cuatro le sirvió para dar la vuelta a un marcador (36-42) que había tenido de cara España (28-20).
El equipo español paseó por el alambre durante una eternidad, haciendo la goma, uno, dos, tres, hasta cuatro puntos abajo. Hasta que faltaban ocho minutos (73-74) y Rudy respondió a un triple de Lavrinovic y puso el turbo. Pero faltaba un montón, los lituanos no fallaban un tiro libre y no iban a perdonar ni una. Habían logrado neutralizar por momentos a Pau Gasol, pero a base de músculo, casi siempre excesivo. Un problema, al fin y al cabo, para España, que no encontraba muchas alternativas. Sin Calderón, no llegaban puntos desde la dirección de juego. Raúl López (0 de 3) y Ricky Rubio (0 de 6) no anotaban y los lituanos empujaban su defensa en otras direcciones. Ni el uno ni el otro se cortaron un pelo y dieron réplica a Jasikevicius repartiendo asistencias, forzando faltas, capturando rebotes y anotando entre ambos 11 tiros libres. No bastaba para contrarrestar la producción de Jasaitis y Kaukenas.
España se alimentó de algunos tiros de Garbajosa, al principio, y de las segundas opciones a que le hicieron acreedor los rebotes de Carlos Jiménez y la sutileza de Felipe Reyes bajo los aros. Aíto recurrió a una defensa en zona en los últimos ocho minutos que puso en apuros a los lituanos, que también acusaron el desgaste de su labor de acoso y derribo sobre Pau Gasol. Lo pagaron con las eliminaciones por faltas de Lavrinovic, Petravicius y Siskaukas. Demasiado lastre, habida cuenta de que otro jugador clave en su equipo, Kleiza, el cuatro de los Nuggets, su mejor anotador y reboteador en lo que iba de torneo, jugó fuera de foco, sumó dos faltas técnicas en sus 11 minutos en la cancha y se quedó a cero.
La brecha se abrió a tres minutos y medio para el final (81-74). A partir de ahí, España se dedicó a administrar la ventaja con sus dos bases en la cancha para insistir en otro aspecto fundamental, cuidar del balón como a un bebé. Los lituanos lo perdieron siete veces más. Aun así, vendieron cara su piel. Se situaron a tres puntos (84-81) a un minuto del final, pero ya a la desesperada. Remató España, que no podía obtener mejor aval para una final mil veces soñada. Los norteamericanos destrozaron al equipo español en Pekín, 82-119, pero la medalla está asegurada y la segunda oportunidad, la buena, servida.
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