"No preguntes cuánto gana"
Pekín limita la costumbre china de interrogar a todo el mundo
Los chinos son un pueblo extremadamente curioso. Todavía hoy a muchos se les ilumina el rostro cuando ven a un extranjero, ansiosos por saber su procedencia y su oficio. Es una situación a la que se enfrenta quien reside o viaja por China, una y otra vez. Hasta tal punto, que el interrogatorio, por repetitivo, llega a cansar en ocasiones. La conversación suele comenzar con la frase "¿De qué país es usted?", para adentrarse, a continuación, en terrenos más personales o resbaladizos como "¿Está casado?", "¿Qué edad tiene?" o "¿Cuánto gana?".
Con la llegada de los Juegos, esta sana costumbre china de preguntar a quien se pone a tiro ha sufrido un revés. Pekín ha dado instrucciones a sus ciudadanos para que no castiguen a los visitantes con su curiosidad, y se limiten a responder y ayudar al extranjero. Qu Shuxia, de 56 años, se ha aprendido bien la lección. "Hace dos meses, el comité de barrio nos convocó para darnos clases sobre cómo debíamos comportarnos en caso de que algún extranjero se dirigiera a nosotros. Teníamos que responder, pero no preguntarle nada. Y, si no podíamos comunicarnos con él, debíamos llamar al comité de vecinos para que enviara a alguien que tradujera", explica sentada a la puerta de su casa, mientras limpia unas verduras.
Por entonces, en Dongcheng, el barrio de Pekín en el que vive, aparecieron muchos carteles con instrucciones en forma de ocho mandamientos con los asuntos que no había que evocar ante el visitante. En la lista prohibida por el departamento de propaganda del distrito están además otras cuestiones como la salud o las creencias religiosas del recién llegado.
Cuando el 8 de agosto arrancaron los Juegos, los carteles de Ocho cosas que no preguntarás habían desaparecido. "Estaban por todos lados, pero los quitaron", dice Qu. Y prosigue: "Hace unos días vinieron tres periodistas extranjeros en una visita al barrio, y nos convocaron en el comité de residentes para que contestáramos a sus cuestiones. Sólo respondíamos, no nos estaba permitido preguntar".
La medida forma parte de la extensa campaña organizada por el Gobierno para presentar una buena imagen de China a los 30.000 periodistas que están cubriendo el evento deportivo, y que ha incluido desde cursos en empresas con las contestaciones que hay que dar a los reporteros extranjeros hasta la imposición de uniformes a los taxistas. El Gobierno, además, ha advertido a los ciudadanos que cuando hablen con extranjeros no deben bostezar, gritar, tirarse de la ropa o rascarse la cabeza. Les ha aconsejado cómo vestir: nada de llevar más de tres colores, nada de salir a la calle en pijama -habitual tradición pequinesa- y nada de lucir calcetines blancos con zapatos negros. Y les ha indicado qué posición deben adoptar cuando están de pie: con los pies ligeramente separados o en forma de V.
Pero el mensaje no ha llegado a todos lados. A pocas manzanas, Zhou, de unos 30 años, se muestra sorprendida por la iniciativa. "A nosotros, no nos han dicho nada", afirma, mientras pasea con su hijo en brazos. "Si hablara con un extranjero, me gustaría preguntarle por su vida, su familia, si está casado y tiene niños. Los chinos somos muy tradicionales, pero los extranjeros son muy abiertos, y se les puede preguntar cualquier cosa".
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