"Soy una niña que no ha crecido"
La enfermera Rosa Dalmau convive con su hija en una bonita 'casa de muñecas'
No había cumplido ni un año cuando los Reyes le trajeron a Miguelín. "Con él, me entrené a ser enfermera. No lo vendería jamás en la vida". De los 1.120 muñecos que tiene la colección de Rosa Dalmau, este Miguelín con aspecto de bebé que pronto cumplirá 50 años es su preferido. No es la pieza más valiosa, pero lo quiere de un modo especial. Tiene la cara de goma y va vestido exactamente igual que un bebé de su época: con sus calcetines de hilo y su babero de piqué, su fajín, su pico, su braguita... Todo cosido a mano por la madre de Rosa, una modista que de niña se enamoró de un muñeco de porcelana demasiado caro y tuvo que conformarse con una pepona de cartón. Nunca le negó a su hija una muñeca. El primero fue Miguelín, con el que Rosa jugó durante años. "Le ponía el termómetro, inyecciones... Siempre estaba enfermo", recuerda mientras saca al muñeco de la misma cuna de mimbre en la que estaba acostado cuando se lo regalaron.
Su favorito es Miguelín, un muñeco que los Reyes Magos le trajeron cuando tenía un año
"Jamás he roto una muñeca", explica esta enfermera tarraconense que trabaja en turno de noche y pasa tarde tras tarde sentada frente a la mesa de su comedor, como el cirujano en la mesa de operaciones, restaurando algunas de las muñecas que le regalan o que sigue comprando en tiendas y mercadillos, o a través de Internet. Les abre la cabeza, recoloca los ojos de cristal, endereza brazos... Vive con su única hija, Victoria, una adolescente entusiasmada con la afición de su madre.
Su casa es una gran casa de muñecas que contiene otras construidas por ella misma. Una es idéntica a una casa real que Dalmau posee en el campo. "Cuando la hice tenía 18 años, y me gustó tanto que le dije a mi padre 'quiero tener una casa igual". Y la tiene. De 320 metros cuadrados. Ambas están en permanente construcción. Cualquier reforma que hace en su casa real, la aplica con los restos del mismo material a la maqueta.
Otra, Villa Victoria -número 29- se la regaló a su hija para un cumpleaños. Todas están perfectamente amuebladas y equipadas. Con camas y colchas tejidas a mano por ella o por su madre. Y lámparas que se encienden y se apagan. Tienen incluso diminutos collares dentro de los cajones. O lápices de colores hechos con palillos idénticos a unos de una marca concreta, y un tubo de dentífrico con etiqueta incluida poco más grande que un alfiler.
Es el mundo en miniatura de Rosa Dalmau. Lo real y lo fantástico se confunden. En la casa, hace tanto calor que parece imposible que sea agosto el único culpable: hay tantos cuerpos alrededor que se llega a sospechar que pueda ser calor humano. "Para mí, son algo más que muñecas. Son algo especial".
Todos tienen nombre. A Miguelín, le siguió Nanín, que lleva una peluca hecha con pelo de Rosa porque de tanto peinarla se le fue cayendo el original. "Yo la llamo Nuri", explica la coleccionista, que se recuerda a sí misma con cuatro o cinco años jugando con ella.
"Las conservo tal cual. Jugaba, pero sin estropearlas. Jamás le di un golpe a una". Recuerda que cuando era pequeña carecía de habitación propia y las tenía que guardar en las cajas. Envidiaba a sus amigas que podían tenerlas a la vista. "Cuando tuve mi propia casa, lo primero que hice fue arreglar la habitación de las muñecas".
Ahora aparecen por todos lados. Las más valiosas protegidas en el interior de una vitrina, en el recibidor. Ahí está, por ejemplo, la más antigua, de 1890. En la habitación especial reservada a las muñecas están Miguelín, Nuri y todos los demás con los que jugaron ella y sus amigas. También las Mariquita Pérez, de 1940, junto a su hermano Juanín, los pepones americanos de cartón piedra, de los años veinte y treinta del pasado siglo.
Detrás de cualquier puerta aparecen muñecas. Muchas están guardadas en cajas, dentro de los armarios. En el de su habitación están las Barbies. "Es de 1959, un año más joven que yo. Es una muñeca excepcional, que ha ido evolucionando. Ahora es independiente. Y ha inspirado a los grandes diseñadores: Dior, Armani, Versace...".
Algunas visten regios trajes de época: están caracterizadas de Isabel II, María Antonieta, Josefina Bonaparte... Hay hasta un total de 200 Barbies de colección y otras 100 de las normales. Por si fuera poco, Victoria tiene 80 más.
Rosa Dalmau reconoce que lo suyo es "una chaladura". "Si tuviera dinero me compraría el piso de al lado para tenerlas todas expuestas. Soy una niña que no ha crecido. Sigo teniendo 10 años", dice de sí misma. Pero asegura que su colección le "llena de felicidad".
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