Pestano, al rescate

Las noticias que llegan del campo de Mario Pestano son inmejorables. Nada que temer, dicen los pocos que han visto al discóbolo canario después de su clasificación del sábado. Está perdido, aislado, añaden, pero está haciendo lanzamientos larguísimos en los entrenamientos: de 70, de 71 metros...

Así que la final de hoy, pan comido. Ahí está la chapa, piensan los que no ven en los Juegos sino una competición de medallas entre países. Echan cuentas con el atletismo español y, como no les salen, llaman a Pestano al rescate. Cerrada la participación de más de la mitad del contingente patrio, pasada la oportunidad de las dos medallas que se consideraban más posibles, la del regular Paquillo, la de la peleona Marta Domínguez -uno que acabó vacío, otra que acabó con los dientes en una valla-, para encontrar a España en la tabla atlética hay que bucear hasta los últimos lugares: cero medallas, dos finalistas (los séptimos puestos de Paquillo, el sábado, y del saltador de longitud Luis Felipe Méliz, ayer, con 8,07 metros: ganó una competición que resultó frustrante el campeón del mundo, el panameño Irving Saladino, a quien, sin apenas oposición, le bastó un salto de 8,34 metros), cuatro puntos. Pero hoy lanza Pestano.

El canario llega con la tercera mejor marca del año: 69,5 metros En las últimas grandes citas ha estado siempre entre los finalistas

Eliminado Hadadi, los rivales son Harting, con 68,65m este año, y Malachowski

También competirá en la final el cubano nacionalizado español Frank Casañas

En el mundillo atlético hay dos clases de expertos muy diferentes: los que creen que lo que ven sus ojos en el campo de entrenamiento se puede trasladar directamente al estadio y los que miden, en el caso de los lanzadores, por ejemplo, la diferencia de extensión y longitud de brazo entre una situación y la otra. Y a los que ponen sobre la mesa los lanzamientos estratosféricos en la pista de calentamiento de Pestano se oponen los que observaron en la clasificación un notorio encogimiento del brazo y recuerdan cómo el coloso de Tenerife ha llegado a todas las últimas grandes competiciones avalado por algunas de las mejores marcas mundiales y ha terminado en puestos de finalista, lejos de las medallas.

Pero este año ha dado un gran salto adelante, argumentan los del bando del atleta entrenado en Barcelona por Luis Lizaso. Este año, lanzando mal, se va ya a los 64 o 65 metros, lo que ya es una garantía de que pasará seguramente a la mejora, y lanzando bien ya está a punto de pasarse al otro lado de la barrera de los 70.

Este año, en efecto, Pestano llega a los Juegos con un mejor lanzamiento de 69,5 metros, el récord de España que consiguió en los campeonatos nacionales, en Santa Cruz de Tenerife, el 27 de julio. Es la tercera marca mundial del año, a apenas dos metros de los lanzamientos del lituano Virgilijus Alekna, que defiende el título logrado en Sidney y reeditado en Atenas, y el estonio Gerd Kanter, los dos bálticos que se han repartido los títulos en el último ciclo olímpico, los dos atletas con los que ya se codea Pestano sin timidez en las reuniones veraniegas.

Pero a quien de verdad temía Pestano, cuarto en los dos últimos Europeos, octavo, su mejor clasificación, en los Mundiales de París 2003, era al iraní Ehsan Hadadi, un verdadero ídolo en un país en el que los grandes atletas no abundan. Y resulta que Hadadi no estará hoy en la final porque su lanzamiento de 61,34 metros no le sirvió para pasar la clasificación. Ahora, los rivales, aparte de Kanter, de 29 años, y de Alekna, de 36, se llaman Robert Harting, un alemán que ha lanzado este año 68,65 metros, y Piotr Malachowski, con ese mismo lanzamiento como mejor marca personal y de la temporada, el polaco que dominó una clasificación en un estadio en el que la ausencia de viento, pues es casi una pista cubierta, no ayudará a que se consigan grandes marcas. Y con Pestano, de 30 años, estará el cubano nacionalizado español Frank Casañas, de 29 y con una mejor marca de 67,91 metros.

Tanto Pestano como Casañas saben lo que es competir en unos Juegos. Para el tinerfeño, Atenas fue su bautizo olímpico. Sólo dos centímetros le separaron del húngaro Zoltan Kovago, que con 61,91 metros consiguió la última plaza de la final y que luego terminaría por colgarse la medalla de plata. Para el discóbolo de origen cubano, con Pekín ya van tres, pero ni en Sidney ni en Atenas, donde compitió por Cuba, llegó tan lejos.

Mientras tanto, la prueba reina para el atletismo español en las últimas décadas, el 1.500, se circunscribe este año a la actuación de Juan Carlos Higuero, el único que superó la criba y que se enfrentará, casi desarmado, a un grupo terrible encabezado por el misterioso bahreiní Rachid Ramzi, el francés Mehdi Baala y los kenianos Kipropo y Choge. "Me encuentro bien", dice el arandino; "creo que estaré para ser sexto o séptimo".