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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De la necesidad, virtud

La única contrapartida a la intensa desaceleración que está sufriendo la demanda interna española es que está obligando a algunas empresas a tratar de vender más en el exterior. Ha ocurrido en anteriores fases cíclicas y no es algo específico de nuestra economía, pero es cierto que la orientación de la empresa media española no es precisamente la internacional, y sólo se intenta vender fuera cuando dentro no hay mucho que hacer. Más vale que hagan de la necesidad virtud, que no acaben directamente adelgazando o desapareciendo.

El comportamiento relativamente favorable de las exportaciones de los cinco primeros meses del año podría apuntar en esa dirección, pero está lejos de fundamentar el optimismo. Han crecido al 8,6%, dos puntos más que en el pasado, pero ni siquiera esa moderada tasa de crecimiento está garantizada en los próximos meses. En primer lugar, porque la crisis no es algo específico de la economía española: en realidad, la contracción de la demanda se está extendiendo entre las economías industrializadas a un ritmo mayor del previsto y también lo hará en las hasta ahora más dinámicas economías emergentes. En segundo, porque el tipo de cambio del euro sigue sin ser un apoyo para las exportaciones. No menos importante, porque la especialización productiva del conjunto de nuestras empresas, sus ventajas competitivas en los mercados internacionales, no son precisamente singulares.

Nos hemos especializado demasiado, durante demasiado tiempo, en sectores cuya producción no es muy exportable, aunque hayan generado ingresos financieros importantes en el pasado como consecuencia de la adquisición de inmuebles por no residentes. El resto de producciones susceptibles de ser competitivas globalmente tiene una importancia muy limitada en nuestro PIB.

Lo que sí ha preocupado a algunas grandes empresas españolas en sectores maduros es diversificar geográficamente, aumentando su inversión directa en el extranjero. En los últimos años han invertido mucho más de lo que las empresas extranjeras han invertido en España. Energía, servicios financieros, concesiones y turismo son sectores en los que ya hay algunos operadores españoles verdaderamente globales. Pero esa posición poco va a ayudar a sortear los efectos de la recesión que se nos viene encima. Generan rentas, dividendos para sus accionistas, mayoritariamente españoles, pero no siempre acaban repatriándose ni mucho menos aplicándose a decisiones de inversión en nuestro país. Tampoco son sectores que arrastren de forma significativa la demanda de otras empresas establecidas en España y generadoras de empleo aquí.

El sector exterior, por tanto, apenas va a paliar la contracción de la demanda interna. La despreocupación con que en el pasado se ha contemplado esa pérdida de competitividad de la economía, suficientemente reflejada en uno de los desequilibrios por cuenta corriente más abultados de la OCDE, pasa ahora una factura superior a la que van a pagar otras economías. El cambio de patrón de crecimiento no es responsabilidad exclusiva de los Gobiernos, pero la experiencia nos dice que las señales que éstos producen, los incentivos y las decisiones de fortalecimiento de la base de capital público, pueden ser poderosos conductores de esa modernización económica. También en política económica puede hacerse de la necesidad virtud. -

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