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Reportaje:DETRÁS DE LA MURALLA | PEKÍN 2008 | Juegos de la XXIX Olimpiada

Taxis con pedigrí

Pekín selecciona los coches para las zonas olímpicas, pero cada trayecto es una aventura

Unas instalaciones magníficas y una buena gestión. La organización de los Juegos ha sorprendido gratamente a deportistas, técnicos, federativos y periodistas, muchos de los cuales, que no habían estado nunca en China, llegaron probablemente con la maleta cargada de tópicos.

Pero, en medio de esta excelencia, los recién llegados se han encontrado con otra sorpresa menos agradable, la que supone coger un taxi cuando no se domina un mínimo de chino mandarín. Raro es el visitante que no puede contar estos días una anécdota sobre el popular medio de transporte: cómo se ha encontrado totalmente perdido, rodeado de neones ininteligibles en medio de una calle, después de que el conductor fuera incapaz de encontrar la dirección a la que iba; cómo se ha tenido que bajar del coche porque el taxista no podía ver, o no sabía leer, la dirección en chino en la tarjeta de su hotel, o cómo el conductor se ha negado a llevarle a la zona olímpica a pesar de que el cliente agitara, como una bandera de socorro, su acreditación oficial.

Los conductores temen a la policía, van a cámara lenta y no brillan por su inglés

Los taxistas de Pekín son un mundo aparte. Tienen terror a la policía, conducen a cámara lenta y no brillan por su experiencia al volante ni su dominio del inglés. Además, muchos trabajan tradicionalmente turnos de 24 horas seguidas, con lo que ello implica.

Como las autoridades municipales saben todo esto, tomaron medidas meses antes de que comenzaran los Juegos para pulir la imagen de la ciudad. Al fin y al cabo, los taxis representan frecuentemente la primera ventana a la cultura local cuando se llega a un país y los asistentes a los Juegos iban a pasar muchas horas en ellos debido a la escasez de líneas de metro y la lentitud de los autobuses.

El Gobierno ha prohibido a los conductores rasurarse la cabeza y llevar barba porque, según cree, la falta o el exceso de pelo no dan buena impresión. Y les ha obligado a vestir de uniforme: camisa amarilla, pantalón azul marino y corbata. Cuando se pregunta a los taxistas si están de acuerdo con la nueva vestimenta, de la que han recibido dos mudas, asienten. Pero, al poco, expresan su descontento: "Nos han dicho que es de algodón, pero no lo es. El tacto es distinto. El algodón absorbe el sudor. Esto conserva el calor", dice Yu Benqi, de 44 años, que ha sustituido los pantalones oficiales por unos vaqueros, mientras se toca la manga de la camisa. Otros llevan el nudo de la corbata a la altura del esternón.

Los chóferes han recibido cursos de inglés y disponen en la guantera de un libro bilingüe con frases estándar. Pero pocos son capaces de desenvolverse en ese idioma. "Hay 5.000 taxistas que pueden tener acceso a las zonas olímpicas. Ésos saben inglés", dice, optimista, Li Shaoxun, de 40 años, que no es uno de ellos. "Para poder ir allí es necesario un certificado y para lograrlo hay que cumplir tres condiciones: llevar más de tres años conduciendo, no haber cometido ninguna infracción de tráfico en los últimos tres y que tu coche pase la inspección de higiene", explica; "yo no tengo el certificado porque me he saltado semáforos".

Quien sí tiene el permiso es Lu Zhiqiang, de 45 años, que es capaz de articular algunas palabras en inglés. Tras explicar cómo consiguió el papel, zanja: "No puedo hablar demasiado. Tengo que concentrarme en la conducción". Está orgulloso de ser uno de los 5.000 elegidos entre los cerca de 70.000 taxistas de Pekín.

El problema es que quienes no tienen el certificado se niegan a menudo a ir a la zona olímpica, para desesperación de los clientes, aunque, si se les presiona y se les enseña la acreditación, suelen acceder. Una vez atravesados los controles policiales, los reticentes suelen sonreír. Se sienten como si hubieran sido capaces de saltarse la ley.

Tráfico en una avenida de Pekín.
Tráfico en una avenida de Pekín.BLOOMBERG

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