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Reportaje:EL RINCÓN

La dinámica del acero

Al estudio del escultor Anthony Caro se accede por un callejón sin salida del barrio londinense de Camden Town. Es una antigua fábrica de pianos, que hoy ha sido tomada por gigantescas piezas de acero oxidado. El té de media mañana está servido en la mesa del comedor. Sheila, la mujer de Caro, que es pintora y ha hecho un descanso en su jornada, anda por el estudio. Caro trabaja en el taller. Dirige a varios chicos atléticos vestidos con mono y casco que trajinan por un espacio de aspecto industrial: "Antes lo hacía yo, pero, actualmente, a los 84 años, necesito ayuda con el trabajo físico. Tengo a una persona desde hace 40 años y a unos siete jóvenes, para picar y soldar. Intento que seamos pocos, quiero evitar el jaleo y la dinámica de factoría".

Caro y su equipo dan los últimos toques a un proyecto que empezaron nueve años atrás. Se trata de las esculturas para la capilla de la Luz, en la iglesia de San Juan Bautista de la localidad francesa de Boubourg. "Es una excepción, normalmente no acepto encargos", explica. Las piezas de Caro rehabilitarán el coro del siglo XII que resultó severamente dañado durante la Segunda Guerra Mundial, cuando un avión se estrelló contra el tejado de la iglesia. El proyecto se inaugurará el próximo octubre y se completará con retrospectivas de la obra de Caro en tres museos de la zona. El escultor eligió la creación del mundo como tema unificador. Señala unas figuras de Adán y Eva, y animales de terracota que surgen entre retorcidas estructuras de acero. "Uno tiene que pensar en el público de la iglesia. Por eso incluí elementos figurativos dentro de un marco abstracto". Que esta obra esté destinada a un lugar religioso no la convierte en más espiritual que el resto. "Abordé este trabajo como cualquier otro. Cuando esculpes, te tienes que centrar en el aspecto menos materialista de la vida e intentar encontrar el camino a la verdad". El proyecto incluye dos torres en roble para la nave: "Es parte del diálogo entre escultura y arquitectura que establece mi obra. Las torres llegarán hasta los arcos y desde ellas se podrá ver la iglesia gótica de una manera diferente". Caro desciende de judíos sefardíes y tiene una relación especial con España. "Adoro el país, pero no hablo ni palabra de castellano", explica. Le gusta el queso gallego y disfruta siguiendo los partidos de Rafa Nadal en televisión. Uno de los escultores a los que más admira es a su amigo Eduardo Chillida: "Sigo en contacto con Pili, su viuda". Y en su casa guarda dos obras de Antoni Tàpies. "Qué serio sale en todas las fotos", dice mientras deja a un lado su bastón con empuñadura en forma de martillo.

El escultor Anthony Caro, en su estudio londinense.
El escultor Anthony Caro, en su estudio londinense.CARMEN VALIÑO

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