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Crónica:PEKÍN 2008 | Natación
Crónica
Texto informativo con interpretación

El minuto de los valientes

Bernard arrebata el oro en los 100m libres a Sullivan, el nadador más rápido del planeta

Diego Torres

Los 100 metros libres, la carrera que encumbró a los primitivos mitos de la natación olímpica, se resolvieron ayer en un breve duelo con mucha táctica y mucho miedo. Suele pasar. Desde los Juegos de 1924 las dos piscinas se cubren en menos de un minuto. No hay tiempo para corregir los errores y se impone la perfección en cada gesto. La tensión nerviosa de los que viven para el reloj desemboca en cuadros de ansiedad. La final no la gana el que nada mejor y más rápido, sino el que logra controlar el pánico. La prueba del vértigo suele decidirse a favor del más prudente. El adagio chino dice que el que se vence a sí mismo es poderoso. Eso hizo ayer Alain Bernard antes de doblegar a Eamon Sullivan, un adversario técnicamente superior.

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"Yo estaba muy estresado", dijo Bernard, al salir del agua, con el oro y la cara dislocada por la felicidad. Estirando sus 1,90 metros como se alargan los gallos en el palenque. "Por eso opté por hacer mi propia carrera, sin pensar en batir el récord del mundo".

Bernard se enfrentaba a Sullivan, el hombre más rápido del planeta. La batalla contrastaba dos maneras de entender la natación y la vida. La constancia, la fuerza, la transformación violenta y el volumen, contra la levedad, la harmonía y la dosificación. Sullivan representa lo segundo. Es un australiano que nunca exhibe sus emociones y que, el miércoles, en la semifinal, amenazó con bajar de los 47 segundos (47,05). Un caso muy particular. Un velocista en el país de fondo. Un minimalista salido de la cultura australiana del gran millaje, que, al revés de lo que se hizo en su país durante años, nada una media de 30 kilómetros semanales, muy poco para el estándar, y dedica todo su empeño a la perfección de una brazada extraordinariamente recta. Evita las pesas, pero una parte fundamental de su entrenamiento transcurre en seco: balón medicinal, yoga y pilates.

Sullivan mide 1,88 y pesa 77 kilos. Bernard mide 1,96 y pesa 88 kilos. 15 kilos más que en el año 2000, cuando acudió a Marsella para ponerse en manos de su entrenador actual, Denis Auguin. El muchacho era un gigante sin fuerza en la espalda, sufría lumbalgias y carecía de elasticidad. Su cuerpo no era el más apto para la natación. Como la elasticidad es hereditaria, Auguin decidió concentrarse en la potencia y la resistencia. Lo puso a nadar más de 80 kilómetros semanales y lo sometió a largas sesiones de pesas hasta que consiguió levantar 130 kilos acostado.

Si Bernard estaba atravesando un momento de debilidad tras perder el oro del 4x100 ante Estados Unidos, Sullivan vivía en una nube. Encendido tras batir el récord del mundo, el miércoles, eligió la final para expandirse. Empezó acelerado. En los primeros 50 metros dio una brazada de más. No consiguió rentabilizarla. Llegó primero al viraje, pero sólo por cinco centésimas. Al hacer el giro perdió aceleración y Bernard lo igualó. El australiano, que se había esforzado demasiado en la ida, no logró remontar los centímetros.

Bernard tocó la pared en 47,21 y se colgó la medalla. No fue su mejor marca, pero sí una de sus mejores carreras. El oro fue para el más valiente. El más agraviado, al parecer. Al salir del agua, el francés proclamó: "En lo primero que pensé al ver que había ganado fue en mí mismo. He sido yo el que ha confiado en mí".

Bernard celebra el triunfo junto a un abatido Sullivan.
Bernard celebra el triunfo junto a un abatido Sullivan.REUTERS

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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