El festival pone Edimburgo patas arriba
Viaje al bullicio de la ciudad escocesa, inabarcable escenario de las vanguardias escénicas
Un café, un cruasán y una obra de 10 minutos titulada Cate Blanchett quiere ser mi amiga en Facebook. Cinco actores interpretan la pieza matinal en la segunda planta de un viejo edificio. No cabe un alma y una veintena de personas se queda sin butaca, bajo la lluvia y sin otro sugerente bocado: Drew Barrymore y Sigmund Freud conocen al monstruo de las galletas.
En la ciudad en agosto, según Rhod Gilbert, hasta los retretes públicos sirven de teatro
i> No muy lejos, en el Queens Hall (las entradas también están agotadas), la pianista venezolana Gabriela Montero, después de cautivar al auditorio con piezas de Bach, Chopin, Debussy, Schumann y Liszt, pide que alguien del público le tararee una canción para regalar una de sus populares "improvisaciones". Un hombre con barba y aires de aristócrata ermitaño se pone en pie y entona con energía la melodía de Flor de Escocia. La sala entera se pone a cantar y la exuberante pianista teclea la sintonía entre ovaciones.
Así es Edimburgo en agosto: el mayor escenario del mundo de teatro, danza, música y ópera. Una ciudad donde (la frase es del cómico galés Rhod Gilbert) hasta los retretes públicos sirven de teatro. Durante el verano, la ciudad duplica su población. El Fringe, que agrupa las propuestas alternativas, convoca en esta edición 2.088 espectáculos (de los que más de 600 son monólogos cómicos), mientras que la programación oficial del festival, que se inauguró el pasado viernes con Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, de Kurt Weill y Bertolt Brecht, concentra un centenar más de propuestas.
La obra de Weill y Brecht, tragicomedia salpicada de ragtime, blues, tango y foxtrot, abrió las puertas de una edición dedicada a las fronteras. "El festival nació en la posguerra como la expresión optimista de una Europa que debía reconstruirse. Debe sus orígenes a un alto sentido de la comunidad en un continente que necesitaba restaurar su esperanza", señala Jonathan Mills, director del festival, para quien la palabra "comunidad" está hoy nuevamente cargada de significado. Las compañías principales de este año llegan de Polonia, Hungría, Rumania, Bosnia, Georgia, Líbano, Turquía, Palestina, Israel e Irán. Países que proponen un teatro moderno cruzado por las tradiciones.
The Dybbuk se estrenaba el sábado por la noche en el King's Theatre. Un drama de origen yiddish sobre memoria y fantasmas. Las sombras del Holocausto, el peso implacable del pasado y las almas que vagan en pena por un mundo sin tregua. Una novia vestida de blanco baila poseída por su amante por el escenario. A la obra, adaptada por el polaco Krysztof Warlikow, no le falta ni filosofía budista ni un exorcismo in situ de la novia que, después de comerse a bocados un melón, sólo le falta escupir azufre al paciente público. Del más allá también llega la frágil voz de la dramaturga Sarah Kane, la escritora de Bristol que se colgó a los 28 años y que dejó en forma de obra de teatro su testamento suicida. En 4. 48 Phsycosis (título que hace referencia a la hora de la madrugada en la que el deseo de vivir llega a su punto más bajo), Kane escribió: "Para poder seguir adelante tienes que acabar con parte de tu conciencia. O serás crónicamente sana en una sociedad crónicamente insana".
El teatro como terapia y el teatro como espejo del absurdo moderno. Dos obras del Fringe han cosechado algunas de las mejores críticas de la temporada. Charlie Victor Romeo tiene un planteamiento sencillo: la tripulación de un avión y un texto macabro, el de la transcripción de las cajas negras de varios accidentes aéreos ocurridos en EE UU. Un espectáculo -"de terror", puntualiza un crítico- cuyo lenguaje a veces incomprensible y abstracto provoca una náusea de vértigo y ansiedad. Para la compañía estadounidense Collective Unconscious Company, que firma la obra, Charlie Victor Romeo trata sobre la especie humana y su innato valor en situaciones extremas.
Del enigma de una caja negra a la barra de un bar del Nueva Orleans pos-Katrina. The Team (Theater of the Emerging American Moment) está detrás de Architecting, revisión posmoderna de Lo que el viento se llevó en la que Rhett Butler y Scarlett O'Hara se reencuentran como hambrientos capitalistas dispuestos a reconstruir la ciudad devastada. Teatro escrito e interpretado por un grupo de ambiciosos treintañeros que hace un año ya deconstruyeron otro filme-icono de su país, El mago de Oz, convirtiéndolo en parábola política.
El mejor sitio de Edimburgo está o dentro de una sala o debajo de un paraguas. La lluvia no da tregua a las decenas de actores callejeros que cantan, bailan o recitan aunque truene. La lluvia no parece molestar a nadie. Mujeres zancudas, vestuarios isabelinos, versiones a capella de Van Morrison y un hombre pintado de blanco y desnudo que ofrece una coreografía conceptual pasada por agua. Se llama Shigeru Gotoh y reparte su número de teléfono por si alguien quiere contratarle.
Solo y colgado de una escalera se presenta el actor Martin Niedermair con la obra australiana The tell-tale heart, que recrea textos de Edgar Allan Poe. La obra, en la sección oficial, está dirigida por Barrie Kosky. Otro viaje a la locura en el que el miedo (el actor suda y suda colgado de una escalera en una interpretación casi atlética) muestra los abismos de las obsesiones del autor de Annabel Lee. Otro monólogo desesperado en un festival que rebaja las dosis de intensidad dramática a golpe de autobiografías cómicas.
De todas ellas es una ex chica Bond la que más atención acapara este año. Britt Ekland (bomba sexual que fue mujer de Peter Sellers y una de las rubias favoritas de Rod Stewart) ha convertido los episodios de su vida en un espectáculo de humor y resistencia. "Fui una gatita sexy hasta los 54 años", asegura Ekland en una entrevista en la que celebra haberse reciclado en una "divertida" mujer de 65 años capaz de reconstruir su vida a golpe de gag. Bajo el título Britt on Britt, la actriz reivindica una madurez plena junto su chihuahua Tequila, "el único hombre en vida".
"He venido muchas veces como actor y ahora vengo a Edimburgo como profesor. Ésta es una experiencia única", afirma Justin Joseph, profesor de teatro de la localidad de Latymer. De su instituto llega una versión minimalista de Elegies, un musical de Brodway sobre el sida que se representa el lunes a la hora de comer y sólo para 20 personas. Una habitación oscura y sin decorados donde una docena de adolescentes canta y baila interpretando a las víctimas de una fiesta que se acabó. Y una señora, en primera fila, que llora desconsoladamente por "los ángeles, los punkis y las reinas furiosas".
Y lo que queda...
- Irán. Las primeras entradas agotadas fueron las del espectáculo iraní Devil's ship, dirigida por un discípulo de Peter Brook, Attila Pessyani, y que se estrena a finales de mes con cinco mujeres encabezando el reparto. Además, el cineasta Abbas Kiarostami presentará el viernes 15 su último filme: Looking at Tazieh.
- Sarajevo. Bajo el título Class enemy y dirigido por Haris Pasovic, la obra (se estrena el día 20) lleva la violencia de una clase de adolescentes a las calles de Sarajevo.
- Ópera. Uno de los grandes estrenos del festival, el 25 de agosto, será la ópera
King Roger, filosófica y romántica, dirigida por Karol Szymanowski.
- Poema ritual. El Teatro Nacional Palestino estrena este jueves Jidariyya, adaptación escénica de un poema de Mahmoud Darwish entre lo más hermoso de la sección oficial.
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