Dopaje sobre ruedas
El positivo de una ciclista afecta injustamente al crédito de deportistas españoles ejemplares
La alegría por éxitos como el de ayer en baloncesto o el oro de Samuel Sánchez en ciclismo se ha visto ensombrecida por el positivo de Maribel Moreno, que arrastra la vergüenza de ser el primer positivo anunciado por el COI en los Juegos de Pekín. El caso es personalmente fatal (su carrera ha terminado), y supone a la vez añadir una mancha más a la embadurnada página de ese deporte en concreto, gravemente amenazado desde dentro. Y afecta inevitablemente al crédito y la autoestima de toda la delegación española. Precisamente porque es injusto resulta más irritante que se haya dado ocasión para ello; eso sí que es un récord.
El asunto es sangrante pero es también absurdo. El ciclismo femenino es un deporte escasamente profesionalizado, en el que el dinero apenas da para vivir, salvo contadas excepciones. Maribel Moreno, tras la retirada de Joane Somarriba, se ha convertido en la principal ciclista española, pero está muy lejos de las figuras norteamericanas y de los países de la antigua URSS, principales aspirantes a medalla. Dudosamente la EPO habría alterado esa jerarquía en favor de Maribel Moreno. Así, el riesgo era máximo para una recompensa improbable.
¿Qué o quién ha podido llevarle a tomar una decisión tan absurda? La ley española exonera al deportista que revele quién le ha suministrado la sustancia dopante, y de ahí que el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, haya instado a la ciclista a colaborar con la justicia. Las autoridades deben investigar ese tránsito en 24 horas entre la supuesta crisis de ansiedad que motivó el regreso de la ciclista a España y el positivo por EPO.
El hecho de que la dependencia de las sustancias dopantes esté presente en el ámbito de los deportistas no profesionales es una razón adicional para el rigor en su persecución. La Operación Puerto demostró que hay un sistema de dopaje muy organizado a nivel europeo. No será fácil desentrañar la madeja. En Italia, por ejemplo, el organismo que controla la lucha antidopaje no es su Comité Olímpico, sino la Fiscalía Antidopaje, creada en 1996, ante la que debe pasar obligatoriamente cualquier acusado de dopaje. En España no existe un organismo similar, y todo recae en el COE. Eso no significa que la lucha española antidopaje sea débil, sino que el instrumento no es probablemente el más adecuado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.