_
_
_
_
Reportaje:HISTORIAS DE LOS JUEGOS: MELBOURNE 1956 | PEKÍN 2008 | Juegos de la XXIX Olimpiada

Sangre y amor olímpicos

Sangre en la piscina, amor en la pista. Las dos caras de la guerra fría se vieron en los Juegos de la XVI Olimpiada. El COI concedió en 1949 la sede a Melbourne por un solo voto sobre Buenos Aires. El guiño del olimpismo a la supuesta tranquilidad del quinto continente tampoco funcionó. Los Juegos no fueron a Roma de milagro a causa de los enfrentamientos entre los dos principales partidos políticos de Australia y la rigidez australiana en cuestiones de animales y plantas obligó a trasladar, de forma insólita, las pruebas de hípica a Estocolmo.

Apenas un mes antes de los Juegos, los tanques soviéticos aplastaron a sangre y fuego en Budapest las reformas húngaras de Imre Nagy, que le costarían su ejecución dos años después. Todo estaba demasiado reciente. El único enfrentamiento directo entre Hungría y la URSS fue significativo. La semifinal de waterpolo empezó con gestos amistosos, pero acabó en batalla campal. Cuando los húngaros ganaban por 4-0 en uno de sus mejores deportes, un jugador sufrió un profundo corte cerca de un ojo por un cabezazo. Ya antes, los agarrones habituales habían sido arañazos y golpes en los testículos. Los húngaros parecieron vengarse con saña. La pelea se generalizó y la piscina se tiñó de rojo. El partido se dio por terminado. La policía tuvo que intervenir incluso conteniendo a muchos espectadores que querían agredir a los soviéticos. Hungría ganó después la final a Yugoslavia y la URSS, por primera vez delante de EE UU en el medallero, logró el bronce ante Italia.

El contrapunto fue el flechazo entre dos medallistas de oro, la lanzadora de disco checa Olga Fikotova y el de martillo estadounidense, Harold Connolly. Se casaron a los tres meses en Praga y vivieron en EE UU, pero el amor terminó en divorcio en 1973.

El reverendo Bob Richards, profesor de teología en California, bronce ya en 1948, repitió en pértiga el oro de 1952. Ha sido el único en la historia que lo ha conseguido. El pastor volador, aún con pértigas de bambú, dejó también en evidencia los recelos políticos, y su carisma llevó a que en Helsinki dos rivales soviéticos rompieran todas las envidias y le alzaran en hombros tras su victoria.

En disco, un jovencito Alfred Oerter ganó el primer oro de su monumental serie que se alargaría cuatro ediciones. Zatopek sólo pudo ser sexto en maratón. El francés de origen argelino Alain Mimoun, plata tras él en los 5.000 y 10.000 de 1952, gran amigo y admirador suyo, le esperó tras ganar y le dijo: "¿No me felicitas? Ahora yo soy el campeón..." El checo, agotado, lo hizo cuando pudo. Mimoun declararía después: "Ese gesto me valió más que el oro".

Otro militar soviético, Vladimir Kuts, sucedió a Zatopek en las dos pruebas de fondo y Bobby Morrow fue el último blanco estadounidense que ganó las dos de velocidad y el relevo. En baloncesto, Bill Russell y K.C. Jones adelantaron su etapa dorada en los Celtics de Boston y lideraron un Dream Team de los años cincuenta que arrolló en los ocho partidos jugados por más de 30 puntos. En la final, 89-55 a la URSS.

La intervención soviética en Hungría provocó el boicoteo pionero de la España de Franco, que no fue a Melbourne por la presencia de la URSS. Tampoco estuvieron Suiza y Holanda. Sólo hubo jinetes españoles en Estocolmo, porque la equitación se disputó antes. Joaquín Blume, ya en su plenitud, se quedó así sin la oportunidad de quitarle medallas a Viktor Chukarin, que sumó cinco más, tres de oro. El accidente de avión de 1959 dejaría al primer gran gimnasta de la historia española sin mucho más que los siguientes Juegos de Roma: la vida.

Melbourne 1956

- Países participantes: 72

- Número de atletas: 3.314

- 1º medallero: URSS, 98 medallas (37-29-32).

- España: 6 participantes en hípica. Sin medallas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_