A trompicones
Nadal vence con problemas a Starace, pero caen Robredo, Ferrer, Almagro y Suárez
"¿Cómo ves la pelota, Rafa? ¿Como siempre la Wilson? Se pone gorda, ¿verdad? Con esta bola cuesta un huevo, hombre... Si es que pesa mucho".
Son las cuatro del martes 5 de agosto y Rafael Nadal, que el lunes ya será oficialmente el tenista número uno del mundo, pisa por primera vez la pista dura de los Juegos. Coge una pelota, la mira entre aspavientos y estalla. "¡Da botes raros!", le dice a Pepo Clavet, el entrenador de Tommy Robredo, que es el que le ha preguntado. Y se calla. Sigilo de avanzadilla. Ayer, maldiciendo la pista, odiando la humedad y lamentando su sudor inagotable, el mallorquín venció al italiano Starace (6-2, 3-6 y 6-2). Fue, con María José Martínez, el único español que no naufragó en la jornada. Pekín despidió ayer a Tommy Robredo (4-6, 6-4 y 6-8 contra Seppi) -el catalán sí pasó ronda en dobles, haciendo pareja con Nadal-, David Ferrer (6-7 y 2-6 contra Tipsarevic), Nicolás Almagro (4-6, 6-3 y 3-6 contra Monfils) y Carla Suárez (5-7 y 6-7 contra Shuai Peng). Cuestión de las pelotas, botes dificultosos y canchas desesperantes para el juego de bola alta de los españoles.
"Me cuesta coger la raqueta. Cada 20 minutos me cambian la cinta del mango"
"Vivir en la Villa Olímpica ayuda mucho a ver lo que es la vida real"
A Nadal le espera ahora el australiano Lleyton Hewitt y para seguir en el camino hacia las medallas deberá superar sus problemas de adaptación a la pista y al clima. En ello lleva más de una semana. Éste es el calendario de su sufrimiento.
"Creo que necesito un break [un parón]: un break tenístico, mental y psicológico". Es miércoles 6 de agosto, quedan dos días para que arranquen los Juegos y el campeón español se siente abatido por un calendario "terrorífico" que le ha permitido acumular más de 70 partidos en lo que va de año. Habla con Emilio Sánchez Vicario, el seleccionador español, le plantea sus dudas y recibe una explicación clara a las malas resoluciones de sus peloteos contra Robredo: "Juegas parado. Así, mueves muy bien el brazo, pero en lo otro, con peloteos de verdad, debes coger distancia con la bola". Otra vez la dichosa bola.
"Es un poco extraña. No me acostumbro a ella", razona Nadal un día después, jueves 7. "Me cuesta más jugar así porque cuesta que coja efectos y se me engancha la raqueta", continúa; "la pista es rápida si la bola te la tiran larga por abajo. Así resbala. Y, si viene por arriba, se para un poco más". Nadal anda desesperado. "Me he entrenado mal toda la semana, cansado y con poca energía. Ayer di un pasito y ahora otro", añade mientras se mira las manos y las muñecas anegadas en sudor.
"Me está costando mucho coger la raqueta. Cada dos juegos o 20 minutos, se la doy al entrenador y me cambia el grip (la cinta que recubre la empuñadura). Si no hago eso, pierdo totalmente las buenas sensaciones", cuenta. ¿Manías de tenista? Terror de campeón. "Las pelotas, para Rafa, son un aspecto importante", advierte Francis Roig, el técnico que le acompaña en los Juegos; "las que no le gustan tanto son las pelotas de tipo Wilson. Es una cosa de sensaciones: es más rápida, pero agarra menos efecto".
El sábado 9, Nadal se entrenó a las once de la mañana tras pasarse toda la noche en danza: disfrutó como pocos de la ceremonia de inauguración y de la compañía del resto de los deportistas en la Villa Olímpica. "Ayuda mucho a ver lo que es la vida real", observa; "te tienes que espabilar. No tienes un chófer esperándote en la puerta del hotel ni una habitación espléndida. Me encanta. Ojalá cada semana fuera así". Llegó el domingo 10, se cruzó con Michael Phelps, el dios del agua, y le pidió una foto. El momento le dejó feliz. Su partido de ayer, relativamente ojeroso. Mejor que a David Ferrer, número cinco del mundo: "Llevo un mes malo, trabajando bien pero jugando patético".
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