Una piscina de récord
Los nadadores han batido en el 'Cubo' ocho plusmarcas en tres días de competición
Ni siquiera George W. Bush, presidente de los Estados Unidos, quiso perdérselo. Ayer, a las 9.00, la policía china cortó las calles que rodean la piscina olímpica para abrir paso al desfile de todoterrenos negros que rodeó la llegada del mandatario. Su limusina surcó la puerta principal, mientras los voluntarios chinos se afanaban por detener a los periodistas. Una vez sentado en la grada, Bush vio cómo Brendan Hansen, su compatriota, se quitaba el sombrero. "Sólo pude decirle: 'Increíble", resumió Hansen tras perder el récord del mundo (58,91s) ante Kosuke Kitajima, oro en los 100 braza. El japonés describió su carrera como "perfecta". Los biomecánicos hablaron de sus innovaciones de maestro. Y el público acabó anonadado: en la pileta de Pekín, donde hasta las paredes tienen burbujas, se han roto ocho récords del mundo en tres días -dos veces en el 4x100, una en el 400 estilos masculino y otra en el femenino, además de en los 100 libres, los 100 espalda femeninos, los 100 braza y los 200 libres femeninos.
Los nuevos bañadores y la ausencia de viento y polución, clave de las marcas
"Lo que pasa", dice la espaldista Nina Zhivanevskaya; "es que una vez que se ha empezado a nadar tres veces en Pekín, con las series eliminatorias, ha habido muchos que se han quedado fuera por reservarse. La gente está asustada. Y se dicen: 'no, no, yo por la mañana voy a saco. Y en la segunda eliminatoria también. Y en la semifinal'. Y así...". Y así Kirsty Coventry es capaz de ganar una medalla de plata por la mañana, para luego batir un récord olímpico por la tarde y el mundial a la mañana siguiente. Y así el relevo estadounidense del 4x100 libre, con Phelps en la primera posta, bate el récord del mundo (3m8,24s), empuja a otros cuatro equipos a romper la anterior plusmarca, y consigue que el australiano Sullivan nade el 100 más escalofriante de siempre (47,24s). Todo el mundo mira al techo, a los bañadores y a las paladas, las razones de tantas marcas desbocadas.
En Atenas 2004, la natación se disputó al aire libre. En Pekín, adonde la mayoría de las disciplinas acudieron preocupadas por la polución y el calor extremo, se disputa bajo techo. El modelo introduce ventajas evidentes. La piscina se convierte en un modelo de laboratorio. No hay sol ni viento que molesten. La temperatura se mantiene estable entorno a los 25 grados. Y a todo eso, que no es poco, se unen filtros de aire contra la polución y la guerra de los bañadores entre dos marcas comerciales. Los nuevos materiales reducen los coeficientes de resistencia apretando los cuerpos de los nadadores. Dos personas deben ayudarles a vestirse. Y el límite es tan estrecho, tan dura la pelea contra la grasa, que hay quien ha reventado. La australiana Schipper venció el bronce en los 100 mariposa tras detonar su primera pieza. Nadie logró subir su cremallera.
¿Tan importantes son los bañadores? "Filippo se ha cambiado del Arena al Speedo para partir en igualdad de condiciones", cuenta Claudio Rossetto, técnico de Superpippo Magnini, oro mundial de los 100 libre. "Desde que lo hizo ha ganado a [Alain] Bernard [ex récordman de los 100]". "Son una explicación técnica importante", coincide Fauquet, director técnico francés. "Desde la aparición de las nuevas combinaciones, la dinámica en la reducción de marcas es constante".
"También ha habido gente que ha renunciado a los Europeos para prepararse para esto", dice Joan Fortuny, entrenador de Villaecija, que ayer se pasó todo el día en la cama para combatir su fiebre y su bronquitis. "Me llaman mucho la atención los tiempos. Está costando meterse en finales. Hay un nivel muy alto. Ahora la clasificación se está haciendo por la tarde, que es cuando la gente nada mejor, y las finales por la mañana, así que se baten récords en los dos momentos... pero lo que es impresionante, lo que me asombra, es lo de Phelps". El monstruo de Baltimore sigue comiendo cronómetros. No está solo. En la urna de Pekín todo el mundo rompe récords.
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