Una lucecita en Andalucía
Es una mujer educada. Por eso no quiere insultar. Pero está indignada. El ex diputado catalán de Esquerra Republicana Joan Puig ha llamado malnacidos a sus paisanos extremeños.
-No llegaré a insultarle, solo a definirle: carca, reaccionario.
Pilar González Modino se expresa con fluidez y precisión. Producto de su formación universitaria y sus abundantes lecturas. La agria polémica iniciada por políticos catalanes con la batalla de la financiación autonómica de fondo, ha adquirido tintes barriobajeros. Un concejal de Iniciativa per Catalunya promovió el apadrinamiento de niños extremeños hambrientos; el de Esquerra los llamó malnacidos. El alcalde de Mérida perdió los nervios y devolvió el exabrupto: hijos de puta.
"Antes de saber escribir la palabra huérfano, sabía lo que significaba"
"La abuela ejercía de matriarca de sus siete hijos y me mandó a Sevilla"
-Flaco favor al nacionalismo...
-Sí. Flaco. Y profundamente injusto. La frase de Puig me parece una idiotez.
La nueva secretaria general del Partido Andalucista (PA) se siente dolida por doble motivo: porque es extremeña de nacimiento y andaluza de elección. Nacida en Mérida (Badajoz) hace 46 años, llegó a estudiar a Sevilla cuando cumplió 18 y aquí se quedó. Aquí plantó casa y familia. Hoy lidera el nacionalismo andaluz.
-¿Estamos hablando de caridad o de justicia social?, se pregunta González. ¿Habrá que recordar que Andalucía y Extremadura han contribuido al desarrollo de otros pueblos? Y eso no se refleja en las balanzas fiscales...
No entiende que políticos catalanes ataquen determinados desarrollos sociales de la Junta de Andalucía, como las operaciones de cambio de sexo o la atención bucodental gratuita para los niños. ¿Envidia? "Quizá, porque ellos no lo hacen. Pero es cuestión de definir prioridades: los catalanes disponen de recursos suficientes para que sus niños tengan una atención similar a la andaluza".
La polémica ha atravesado la piel de toro este verano reseco. Cuando el termómetro aún no ha escalado hasta niveles irrespirables, Pilar González posa en los Jardines de Murillo de Sevilla. Viste de blanco impoluto y pide verde de fondo. Los colores de la bandera que ella ahora porta. Difícil tarea mantenerla enhiesta. Una tarea impensable cuando dejó su Mérida natal.
Atrás quedaba una extensa familia dedicada a la agricultura de secano: olivo, vid, cereal. Atrás quedaba también la tragedia del padre muerto mientras faenaba con el tractor en el campo. "Más que dolor, lo que sientes es la ausencia", rememora Pilar. "Antes de saber escribir la palabra huérfano, sabía lo que significaba".
Su adolescencia la llenó de historia. La que veía en las piedras de su ciudad bimilenaria. "En verano, los estudiantes íbamos a ayudar a los arqueólogos repartidos por todo el pueblo". Limpiaban cerámicas romanas o les llevaban refrescos y bocadillos. Al tiempo, cae en sus manos Dioses, tumbas y sabios, del alemán C.W. Ceram, un libro que le descubre los mil y un misterios de la arqueología. Sueña con ser arqueóloga. Una titulación que no existía entonces. Y aterriza en Sevilla. ¿Por qué en Sevilla?
-Mi abuelo había muerto. La abuela ejercía como la matriarca de sus siete hijos, de sus muchos nietos. Yo quería irme a Salamanca, con mis compañeras de bachiller. Pero la abuela decidió: a Sevilla con tus primos.
Y no salió de aquí. Estudiante notable, "solo tengo un cate, en Geografía; era el primer examen oral de la carrera". Se especializa en Historia Medieval y hace una tesina sobre los milagros de la Virgen de Guadalupe. ¿Cree en los milagros? Sonríe afirmativamente: "Seguro, lo mismo que en las meigas". ¿Necesita el PA un milagro? "A veces ocurren cosas inexplicables que resuelven situaciones muy duras", dice muy seria.
En la Universidad se implica como delegada de curso. "Aprendí a escuchar, a que los demás tienen una parte de la razón, que es bueno alcanzar compromisos, que para ello hay que ceder algo..."
Le sale de carrerilla. Inclina el cuerpo hacia delante al hablar. Juega con la piedrecita verde -no es una esmeralda- que se ha desprendido de su anillo.
Al terminar la carrera, se afilia al CDS. ¿El CDS? Pareciera que el Centro Democrático y Social, fundado por un Adolfo Suárez ya en retirada, no era el lugar más apropiado para una joven universitaria. Contesta que aquel CDS de 1985 se colgaba el apellido "radical". Y que tenía figuras relevantes, todavía, como Federico Mayor Zaragoza, Eduardo Punset, Raúl Morodo...
El trabajo la espera. Primero, en la Sociedad Estatal Expo 92. Cuatro años en el departamento comercial. Conoce a un señor argentino que trabaja en el departamento de proyectos. Hay boda y tres hijas. La mayor, ya, con un pie en la Universidad.
El CDS se descompone. "En esas situaciones, pensábamos que era mejor una disolución digna que mantener unas siglas sin futuro". ¿Está el PA en la misma disyuntiva? Hay cierto pavor en su rostro. Antes de que finalice la pregunta, dispara la respuesta:
-¡No, por favor, qué miedo! El PA está vivo. Con dificultades importantes, pero tiene una historia y un futuro.
Ella aterrizó en el PA en grupo: con muchos de sus compañeros del CDS. Aún estaba al frente Alejandro Rojas-Marcos, su principal impulsor. En esos momentos trabajaba como directora de Ediciones de Guadiel (Grupo Edebé). Publicaban libros de texto, algunos de los cuales redactó ella misma. "El Ministerio de Cultura nos dio un premio por un libro de Ciencias Sociales. Yo escribí el capítulo sobre el Renacimiento y el Barroco", dice orgullosa.
El trabajo en la editorial le ayuda a profundizar en la historia de Andalucía. "Leo a Blas Infante, a los georgistas. Todo eso de la tierra para el que la trabaja. Me interesan. Me pareció ver en Infante una lucecita parpadeando, muy chiquitilla, muy perdida en el conjunto, en la inmensidad de Andalucía".
Años después, ella es la encargada de mantener viva esa lucecita.
"No quiero que me coman el coco"
"La vida no se le puede ir a uno sólo en la política". El aforismo parece sacado de algún manual de supervivencia. Pero es de Pilar González, la máxima responsable del Partido Andalucista. Y predica con el ejemplo.
Porque, aunque está volcada en recomponer un partido herido, no abandona otras actividades que conforman una vida saludable: los libros, el teatro, la música.
Ha dado buena cuenta de El mozárabe, novela histórica de Jesús Sánchez Adalid. Y ha cambiado el rumbo a otros pueblos, otras culturas: El edificio Jacobian, del egipcio Alaa Al Aswany y Tokio Blues , del japonés Haruki Murakami. Los alterna con sus poetas favoritos: Cernuda, Lorca, García Montero. Y sus músicos, los cantautores. Ese Silvio Rodríguez, por dios. Algo de ópera. Y teatro. Si de jovencita se atrevió a representar a Don Juan, más madura acaba de interpretar a la abuela de La barca sin pescador , de Alejandro Casona.
-La vida política requiere mucha concentración y energía. Por eso hay que acortarla- sentencia.
Su primer puesto de responsabilidad política fue como jefa de gabinete del consejero de Turismo, José Hurtado, en el año 2000. Después, concejala de Sevilla; diputada autonómica y portavoz de su grupo. Desde junio de este año, secretaria general del partido.
Es consciente de que "la política entraña riesgos". Por ejemplo, el de la adulación: "No quiero que me coman el coco, que pretendan hacerme creer que soy mejor de lo que soy". Por ello pide a gritos un "déjenme hacer mi trabajo, y después que se me juzgue por el trabajo hecho".
Fuera del Parlamento, al PA sólo le queda la calle. "Tenemos que recuperar la confianza de la gente. Los 123.000 votos que tuvimos en marzo no fueron suficientes para lograr un diputado".
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