Deferr salva el día
El bicampeón olímpico, que se cayó de culo en salto, se mete en la final de suelo en una jornada aciaga para el conjunto español
No debe de ser fácil para un bicampeón olímpico caerse de culo en el ejercicio que le dio la gloria en Sidney 2000 y Atenas 2004. Y mucho menos que el topetazo sea en su primera participación del día, como le ocurrió ayer a Gervasio Deferr. Pero mucho más difícil debe de ser levantarse de la colchoneta, saludar a los jueces con cara de pocos amigos y no perder la concentración durante un buen rato para lograr el verdadero objetivo que le ha llevado hasta sus terceros Juegos: luchar por una medalla en el suelo, su gran especialidad, la misma de la que es subcampeón mundial y en la que no ha tenido suerte olímpica.
La tensión que le provocaba la tarea se pudo ver en la cara del gimnasta español desde que salió del salto mosqueado consigo mismo. Y eso que, cansado y con un nuevo código que no le favorece, llegó a Pekín sin intención de meterse en esta final. El ceño fruncido ya no le abandonó y no se sabía si era por su mala actuación en su aparato fetiche -entró mal, dobló los codos y giró más lento de lo habitual, las piernas ligeramente abiertas, para aterrizar sentado-, por la del equipo o por la enorme presión que se le venía encima.
Su cara reflejaba tensión. Sabía que se lo jugaba todo en ese minuto y medio
No estuvo tan preciso como de costumbre, pero su puntuación fue la tercera mejor
Y es que, después de su fallo, sus cinco compañeros, con bastante menos experiencia que él pero con los mismos costurones, entraron en barrena. Batallaron con las paralelas y perdieron la guerra en la barra fija con las caídas del inexperto Sergio Muñoz, que acabó su estreno olímpico entre lágrimas, y del menor de la saga de los Carballo, Manuel. Al seleccionador, Álvaro Montesinos, el hombre de la calculadora, le dejaron de salir las cuentas que decían que España se clasificaría por primera vez para la final de equipos en su tercera participación olímpica. Se quedó muy lejos de esa final y sólo les salvó del farolillo rojo una envejecida Italia.
Claro que Deferr es Deferr. Un talento descomunal, aunque, a los 27 años y con tres ciclos olímpicos a las espaldas, tenga el cuerpo a punto de reventar por los hombros, las muñecas, los tobillos... Pero su voluntad es de hierro. Así que, ceño fruncido y todo, cuando esperaba que los jueces le dieran permiso para hacer su ejercicio de suelo, el último de los españoles, su cara reflejaba tensión más que nervios a pesar de que sabía que se lo jugaba todo en ese minuto y medio.
Parecía más bien desafiante, el cuerpo inmóvil en posición de firmes. Sabía que su oportunidad de pasar a la historia como el primer español con tres oros olímpicos estaba ahí, en ese ejercicio que se sabe de memoria y con el que ya alcanzó la plata en los Mundiales del año pasado.
Aunque no estuvo tan preciso como de costumbre, su nota (15,825 puntos) fue la tercera mejor del día y apunta a medalla en la final del próximo domingo (12.00, hora peninsular española). Sólo le superaron el brasileño Hypolito (15,950), campeón del mundo y al que la enfermedad del dengue no parece haberle afectado demasiado en contra de lo que especulaba el pequeño mundo de la gimnasia, y Dragulescu (15,925), el eterno Dragulescu, un gimnasta calcado a Deferr en edad y condiciones físicas, con el que el español siempre ha peleado por los títulos de salto y suelo.
La otra buena noticia del día aciago de España fue la clasificación de Isaac Botella para la final de salto, con la octava nota (16,075 puntos), el lunes a las 13.30.
El resto, como siempre. China, con Yang Wei al frente y una pequeña resistencia de Japón, se dispone a barrer un buen número de medallas en uno de sus deportes de oro.
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