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ENTRE CORCHERAS | PEKÍN 2008 | Natación
Columna
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La distancia psicológica

El campeonato olímpico promete mantenernos en tensión desde el minuto uno. Sin entremeses. Vamos directos al chuletón. Será una ración importante, y posiblemente premonitoria de lo que ocurrirá en el Cubo de Agua en los próximos nueve días. Michael Phelps como mejor exponente internacional, y Mireia Belmonte como mejor representante española. Directos a los 400 metros estilos. El plato con más calorías. Digno de los tiburones más grandes.

Puede que no sea la mejor prueba individual para ambos nadadores. Pienso que Phelps en los 200 mariposa ganará con mayor facilidad. Mireia en los 200 estilos tendrá más posibilidades de hacer algo importante. Pero es en esta prueba donde los nadadores completos, trabajadores y con técnica depurada, demuestran su capacidad. Es una prueba dura, donde los récords se han mejorado más rápida y constantemente que en las demás distancias. También es una carrera relativamente nueva. Tiene 40 años. Los mismos que el estilo mariposa, el cuarto en aparecer, como derivación de la braza, a finales de los cincuenta. La primera vez que se nadaron los 400 estilos en el campeonato olímpico fue en 1964, en Tokio. Ganó un estadounidense, como casi siempre: Richard Roth, que marcó un récord mundial de 4m 45,04s. Hoy Phelps tarda casi un minuto menos: 4m 05,25s.

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La diversidad en los estilos y su dominio técnico ha empezado a encontrar especialistas versátiles desde hace poco. Estos chicos coordinados deben emplear cuatro códigos en cuatro minutos vertiginosos. Los elegidos nadan lo más parecido al decatlón que hay en la natación. No hace muchos años, cuando todavía no se cultivaban los especialistas, y debido a la dureza de la prueba, eran muchos los fondistas que también nadaban los 400 estilos. No ya por su dominio en cada uno de ellos, sino por el mero hecho de tener fondo y capacidad de completar dignamente una prueba que amenaza con el hundimiento a sus participantes menos expertos. Yo fui uno de aquellos pioneros, y llegué a nadar la final de un Mundial. Entonces, lo más raro era ver buenos bracistas entre los participantes. Mark Spitz, que era básicamente un mariposista que se echó a los estilos, nadaba la braza como podía, igual que la espalda. Mi braza también era criminal. Tardaba 40 segundos en completar el parcial. Mireia lo hace en 37. Hoy parece natural. Phelps, por ejemplo, domina la técnica más antinatural de la natación con gran eficacia. Laszlo Cseh y Erik Vendt también. La propia Mireia es una bracista extraordinaria. Esto le da un poder fundamental para dominar los 400 estilos.

Los grandes bracistas, como Mireia, tienen una ventaja psicológica que, si saben aprovechar, es decisiva. Si son capaces de salvar la mariposa y la espalda, y en la braza llegan a la pared antes que los contrarios, ya tienen media carrera ganada. En natación, tres metros en 100 son insuperables. Si ves que tu rival llega antes a la pared y empieza el crol (el estilo más rápido) cuando tú todavía estás nadando la braza (el estilo más lento), mientras haces el viraje pierdes un tiempo precioso. Esta distancia te intimida, porque empiezas a pensar que deberás hacer un esfuerzo brutal. Esa distancia hundió al mejor nadador de 200 de su época, Ian Thorpe, en la final de relevos de 4x200 libres de Atenas. Ese día Thorpe empezó el último 200 a tres segundos del estadounidense Klete Keller. A Keller no lo conocía nadie, pero disponía de la distancia psicológica. Thorpe tuvo que desfondarse inútilmente. Los australianos perdieron la carrera por 13 centésimas.

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