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Crítica:BAILE FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pagés encandila en el Liceo

Apasionado, vital y bello es Sevilla, el espectáculo que la compañía de danza María Pagés presentó hasta ayer en el Liceo de Barcelona. Esta bailaora y coreógrafa despliega sobre el escenario un registro faraónico. Sus largos y sinuosos brazos encierran los secretos del baile de raza mientras su vital zapateado irrumpe en el suelo con una elegancia inaudita. El baile de Pagés es inteligente y maduro, comprometido con su tiempo, lo que no resta autenticidad a su flamenco, porque lo que hace es insertarlo con astucia en la modernidad.

Sevilla es un homenaje a su ciudad natal, creado en estrecha colaboración con José María Sánchez, en el que el baile de Pagés en solitario se alterna con un brillante

trabajo coral. Si a ello se añade que está arropado por excelentes músicos y cantaores en directo —además de una bella y elegante escenografía y de un original y contemporáneo vestuario—, se llega a la conclusión de que Sevilla es uno de los mejores espectáculos de flamenco que se han ofrecido en Barcelona en los últimos años. Vista la respuesta del público al final del espectáculo, es fácil comprobar que llena al espectador de adrenalina.

La velada comienza con un vals de Shostakovich interpretado

impecablemente por bulerías. A partir de ese momento, se suceden varios momentos geniales. Si se tuviera que apostar por un fragmento del espectáculo, sería imposible

no referirse al final. Tras el tango Volver, de Gardel, que interpreta toda la compañía, Pagés transmite la belleza de la noche sevillana a través de la canción de

Modugno Nel blu dipinto di blu. No hay adjetivos para expresar el cuadro que logra Pagés con su trabajo

individual y con el de la compañía destilando el azul de la noche sevillana.

Todas sus intervenciones —sean con las catañuelas, con el

mantón o con el abanico— derritieron al público, que al finalizar el espectáculo palmeó y zapateó, convirtiéndose así en miembro espontáneo de la compañía.

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