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Reportaje:libros

La ficción literaria ilumina Ruanda

La crítica francesa elogia el recuento de la memoria ruandesa de Gilbert Gatore

El diario de Ana Frank, la niña judía muerta en el campo de concentración de Bergen-Belsen, sigue suscitando vocaciones literarias más de 60 años después de haber sido escrito. Gilbert Gatore, el autor de El pasado ante sí mismo (Le passé devant soi, editorial Phébus), la primera novela ruandesa sobre el genocidio de 1994 -unánimemente elogiada por la crítica francesa-, no había cumplido aún los 10 años cuando su padre, ingeniero agrónomo, le regaló el famoso libro a la vuelta de un viaje. Lo leyó y decidió emular a la pequeña judía holandesa.

Gatore vivía en Ruhengeri, en el norte de Ruanda, en una zona convulsa a la que a partir de 1990 llegaron los embates de la guerra civil. Cuatro años más tarde sería arrollada por el genocidio que en tan sólo 100 días costó la vida a 800.000 ruandeses, según Naciones Unidas. En su mayoría fueron tutsis asesinados por hutus.

El pequeño Gatore, hijo de un matrimonio mixto, lo apuntaba todo
"Es evidente que ha nacido un escritor", recalca la prensa francesa
La novela es un doble relato. Por un lado está Isaro y por otro Niko
El escritor trabaja ahora en una agencia de publicidad de París
"Hay que inventar la verdad para que por fin brote", dice el autor ruandés
Gatore no habla del pasadocon sus padres y sus hermanos
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Aquellos días de 1994

El pequeño Gatore, hijo de un matrimonio mixto, lo anotaba todo, desde la sangre que goteaba de un camión, probablemente repleto de cuerpos de víctimas recién ejecutadas, hasta las carreras de personas que huían a lo lejos pero que acababan siendo interceptadas por, presumiblemente, milicianos del Frente Patriótico Ruandés integrado por hutus.

"Nos habíamos refugiado en Gitarama, en el centro del país, en una casa estratégicamente situada de la que mi padre nos prohibía salir, a mí y a mis tres hermanos, pero a través de cuyas ventanas los niños veíamos muchas cosas que no comprendíamos", recuerda Gatore sentado ahora en un café del Barrio Latino de París. "Aprendí lo que era el miedo".

Pese a que el páter familias sobornaba a los milicianos para que no registrasen la casa, repleta de refugiados, Gitarama dejó de ser un lugar resguardado. "Gracias al automóvil que poseíamos huimos al Zaire", rememora Gatore, no sin antes pasar por el peor trago de su vida. En un control de carretera les ordenaron bajarse y ponerse en fila. Un miliciano drogado dudaba entre dispararle primero a él o a su padre cuando surgió otro combatiente que conocía al progenitor y salvó a la familia.

A cambio de dejarles entrar en su país, los corruptos aduaneros del Zaire les incautaron todas sus pertenencias, incluidos los seis cuadernos del diario de Gatore. "Para remediar el daño que me hizo ese expolio me prometí entonces que lo volvería a escribir, pero fui incapaz de hacerlo", afirma. Catorce años después, Gatore acaba de publicar, en cambio, la primera novela sobre el genocidio de Ruanda.

"Es un poco autobiográfico", reconoce al hablar de su libro. "La magia de la novela consiste en reflejar algo de uno mismo, pero enmarcándolo en una historia universal". "Vi las matanzas de muy lejos", reconoce el autor. "Y mi familia inmediata resultó milagrosamente intacta, pero pasé mucho miedo y estoy rodeado de gente que perdió brutalmente a sus seres queridos".

"Este viaje te resultará tal vez insoportable", advierte de entrada al lector Gatore, de 27 años, en El pasado ante sí mismo. Por de pronto, ha obtenido en junio el Premio Étonnants Voyageurs que otorga el diario Ouest France. Se añade a otros galardones, cosechados por Gatore en la Universidad, por sus primeros relatos cortos. "Es evidente que ha nacido un escritor", recalca el rotativo La Croix. La novela es un doble relato. Por un lado está Isaro, una joven guapetona cuya familia fue diezmada y que, huérfana, fue adoptada por un matrimonio francés del que huye tras escuchar en la radio noticias que le recuerdan a su país de origen. Regresa a Ruanda con la intención de recabar testimonios de las víctimas y de comprender la tragedia.

Por otro lado está Niko, un chaval desapegado, huérfano de madre y menospreciado por su padre, que se apunta a la cuadrilla de asesinos provistos de machetes y mazos. Al convertirse en verdugo, el joven paria adquiere un estatuto y un poder inesperados. La obra alterna ambas narraciones como si sus dos protagonistas se contestasen mutuamente. La de Niko está numerada como si fuera un metrónomo que midiera la eficacia del genocidio más fulminante de la historia pese a ocurrir en un país del Tercer Mundo.

"Antes de convertirse en un genocidio, los acontecimientos de 1994 son experiencias individuales, subjetivas", explica Gatore. "¿Por qué un buen día se agarra un machete para matar a unos vecinos de otra etnia pero con los que se vivía en armonía?", se pregunta. "Sólo la ficción puede dar una respuesta", contesta. "Hay que inventar la verdad para que por fin brote".

Tras una pausa en sus vidas, para sobrevivir y tratar de olvidar el horror, Isaro y Niko se topan con el pasado que les obstruye el horizonte. De ahí el título del libro. De todo lo sobrevenido emanan decenas de preguntas que se hacen los protagonistas: ¿Se puede olvidar? ¿Se puede perdonar? ¿Se puede renacer?

"La familia de mi tía fue aniquilada, aunque ella sobrevivió", recuerda Gatore poniendo un ejemplo concreto que le inspiró. "Para desatascar las cárceles, su asesino fue, como otros muchos, liberado antes de tiempo, regresó al pueblo y acudió a visitar a mi tía para pedirle perdón. Ella se lo otorgó". ¿Lo hizo porque se impuso su pragmatismo al tener que convivir con él? ¿Pudo, de verdad, perdonar al que exterminó a su marido, a sus hijos?

Tras peregrinar tres años por África, Gatore desembarcó en Francia, con toda su familia, en 1997. Cursó unos brillantes estudios comerciales -pasó una temporada en Salamanca aprendiendo español- y trabaja ahora en París en una agencia de publicidad. "Hay tal abismo entre mi pasado y mi presente que a veces pienso que no soy yo mismo", comenta.

Con sus padres y sus hermanos no habla, sin embargo, del pasado. Su padre, que trabaja como almacenero, leyó el libro. "Está bien", le dijo escuetamente a su hijo al acabarlo. Es probable que le resulte más fácil comentar la siguiente novela de Gatore porque no le atañe tan de cerca. Su mirada se posará sobre otro drama africano. Esta vez, la historia elegida es la de la inmigración clandestina.

IGNACIO CEMBRERO
Un soldado rebelde zaireño controla en noviembre de 1996 la marea de refugiados hutus en la frontera con Ruanda.
Un soldado rebelde zaireño controla en noviembre de 1996 la marea de refugiados hutus en la frontera con Ruanda.REUTERS

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