La pequeña ONU de la raqueta
Una escuela valenciana de tenis reúne aspirantes a estrella de medio mundo
Hace una década, José Altur y Pancho Alvariño unieron su experiencia y su bagaje como jugadores y entrenadores de tenis para crear una escuela de competición, Tennisval, con sede en un complejo deportivo privado de Silla. Un vivero de aspirantes a estrellas entre cuyos primeros miembros figuraba un joven ruso de 13 años, Marat Safin, que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los jugadores más importantes del mundo. El ejemplo cundió. Tras Safin llegó su hermana, Dinara Safina, el también ruso Igor Andreev y, a la estela de ellos, gran cantidad de jugadores jóvenes de Rusia y el resto de repúblicas ex soviéticas que han encontrado aquí unas condiciones idóneas ambientales, técnicas y de competencia que no tienen en sus países de origen. De hecho, ahora mismo, más de la mitad de los chavales de la escuela proceden del Este de Europa, pero también hay de México, Brasil, Japón, Venezuela, Argentina o Egipto, entre otros. En los últimos tiempos, incluso, se ha incorporado un importante contingente de India.
"Aquí hay muchos torneos y me gusta el lugar", afirma Saurav, de Calcuta
El 90% de los alumnos del centro son de fuera de España
"Los jugadores de fuera ya son el 90% de nuestra escuela", explica, con un punto de orgullo, uno de los artífices de esta pequeña ONU de la raqueta, Pancho Alvariño. Junto a Tennisval, sólo un puñado de escuelas de Barcelona y Equalite, en Villena, con Juan Carlos Ferrero, cuentan en España con programas similares. "Antes, todo el mundo se iba a Estados Unidos, pero nosotros hemos abierto la vía europea", presume.
Saurav, de 23 años, natural de India, arguye que en su ciudad, Calcuta, "no hay torneos suficientes ni jugadores de nivel". "Aquí hay muchos torneos y, además, me gusta el lugar y los métodos de entrenamiento", añade. André, brasileño de 18 años, con tres meses en la escuela, asegura que le hablaron "muy bien de los entrenadores" e incide también en el tema de la competitividad, al igual que Alejandro, mexicano de 17 años. "Allá los torneos están muy retirados, tienes que viajar solo y casi siempre juegas con los mismos jugadores. Aquí hay más nivel y más jugadores" con los que medirse. David, de Letonia, 17 años, tampoco ve grandes diferencias económicas entre formarse allí o en España. "Aparte de que aquí hay más nivel y has de luchar más, en Letonia debía contratar aparte un preparador físico, un entrenador y pagarme el alojamiento", explica. Kirill, ruso de 16 años, aporta también una razón económica: a causa del clima deben entrenar en pista cubierta. "Y hay pocas pistas, mucha gente para entrenar y, además, son muy caras", entre 60 y 70 euros la hora. Todos estos chavales sólo tienen una obsesión: el tenis.
Prosiguen sus estudios por correo o por Internet, algunos abandonan, y cuando se les pregunta por sus alternativas de ocio encogen los hombros: apenas salen y el tiempo que resta lo dedican a "hacer las tareas". Antes de eso, chicos de diversas procedencias, razas e incluso credos conviven muchas horas al día. "A la convivencia le pondría un diez. Es una de las partes que más nos motivan de nuestro trabajo, porque hay muy buen ambiente. Por aquí han pasado 600 jugadores y hemos tenido problemas muy puntuales", comenta el entrenador.
En mayor o medida, todos proceden de familias acomodadas. Pero abandonan su entorno familiar para embarcarse en una aventura sin garantías de éxito. "El tenis de competición es muy caro", reconoce Alvariño, "porque tienes que salir. Y hasta que no están entre los 70 u 80 primeros de la ATP no comienzan a ganar dinero. Hay muchos que no llegan porque no tienen medios". "Ni siquiera para nosotros es un gran negocio, porque hay muchos gastos y tenemos plazas limitadas, pero es bonito", apunta. La mayor satisfacción para Alvariño y Altur es ver los progresos de sus jugadores.
Y de momento les ha ido bien porque además de los rusos, entrenan en Tennisval jugadores consagrados, como David Ferrer y Anabel Medina, y jóvenes emergentes como Pablo Andujar y Dani Gimeno. Todos ellos entrenan en las mismas instalaciones que el resto y comparten entrenamiento con los juniors. "El verles la cara a los chicos cuando están en la pista y quien entra a pelotear con ellos es Safin o David Ferrer, es impagable. Sólo por eso ya vale la pena", concluye.
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