DÍA 3
Ayer, en la comida, hablaron por primera vez de Me cago en mis viejos. Yo estaba mirando al vacío para joder, porque les preocupa que mire al vacío. ¿Dónde estás?, me dicen, baja un poco a la Tierra y paridas así. Yo estoy en la Tierra, siempre estoy en la Tierra, no saben ellos hasta qué punto estoy en la puta Tierra, pero me gusta aparentar que me piro, para fastidiar. A veces, mi madre le hace una seña a mi padre, como diciendo otra vez. El caso es que estaba practicando una de esas ausencias que tanto les rayan cuando mi padre me hizo regresar para recomendarme la lectura de Me cago en mis viejos. De qué va, le digo. De un chico que veranea con sus padres a la fuerza, como tú. ¿Y se caga en ellos?, pregunté. Eso dice, que se va a cagar en ellos todo el mes. Ya sabes que no me gusta leer, dije para molestar, dando por cerrada la comunicación. Cambio y corto, punto pelota.
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Mis padres habrían dado cualquier cosa por tener un hijo lector. Consideran que la lectura es un bien superior. Y yo leo a veces, pero a escondidas, para no crear precedentes. No obstante, el hecho de que sigan esta serie me obliga a extremar las precauciones, a inventar todo el rato. Me cuesta un huevo inventar, decir las cosas de un modo distinto a como en realidad sucedieron, pero a ver, si no invento me cazan. Podría haber hecho esto en un periódico que no leyeran ellos, en un gratuito de los que regalan en el metro. Claro que entonces, maldita la gracia. No sabía que me iba a gustar esta sensación de peligro. ¡Menos mal que este verano no hay que perseguirte para que estudies!, grita mi madre desde el otro lado de la puerta, sin atreverse a entrar, para asegurarse de que no estoy dormido o meneándomela. Y yo le digo que no me desconcentre. A veces tengo dudas con las comas, pero en el puto periódico me las ponen en su sitio. Ésta es mi tercera entrega. Jamás llegué tan lejos en un proyecto, y me lo estoy sacando con la gorra. Por cierto, me cago en mis viejos, que para eso me pagan.
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