Un mostoleño, olímpico por Siria
La aventura del triatleta Omar Tayara permite a su padre volver a casa 38 años después
Por fin, en 2007, Tarek Tayara regresó a Siria; se bañó en las playas de Tartús; tomó el sol en su arena finísima, mirando a la isla de Arwad, a pocos kilómetros, en el Mediterráneo azulísimo; se encontró con sus hermanos; visitó la tumba de sus padres; conoció a sobrinos que ni sabían que existían... Hacía 38 años que no volvía a su patria; 38 años en los que todas las mañanas, día tras día, se miraba en el espejo de su casa, en Móstoles, y se preguntaba: "¿Qué me ha pasado? ¿Por qué no vuelvo?". "No sé el motivo por el que no volvía. No era ni político, ni religioso ni militar. Nada", dice Tarek; "era como si hubiera estado 38 años congelado".
De la congelación le sacó a Tarek un sueño. Un sueño de su hijo Omar, que no paró hasta hacerlo realidad. Un sueño olímpico que nació en Hong Kong y que se hará carne dentro de unos días en Pekín, cuando Omar Tayara, de 29 años, madrileño de Móstoles, participe en la prueba de triatlón representando a Siria. "Cuando surgió la posibilidad de que Omar, que tiene la doble nacionalidad sirio-española, pudiera representar a Siria, fue él mismo quien viajó a Damasco para hacer los papeles. Después se presentó a la familia en Tartús", cuenta Tarek, que llegó a España en 1964 para estudiar medicina en Sevilla, ciudad que eligió porque era muy friolero; volvió fugazmente a Siria en 1969, se casó con una española y se estableció en Móstoles, en las afueras de Madrid, donde trabaja como médico en un geriátrico. "Y la familia le dijo a Omar: '¿Y tu padre? ¿Por qué no viene? ¿Qué le pasa?'. Y volví a Siria 38 años después".
A los cinco años, vestido, cruzó a nado el lago de la Casa de Campo
"Soy muy bueno en el agua. La bici se me da medianamente bien. Correr a pie, peor"
El triatlón en los Juegos |
"Y su familia le recibió como si, simplemente, se hubiera ido el día anterior", dice su esposa, Encarna, una sevillana que no entendía qué le podía pasar a su Tarek con los suyos; "es que yo no puedo pasarme un mes sin ir a Sevilla a ver a los míos. Omar vive para los Juegos, pero me dijo que más importante aún que participar en Pekín había sido que las dos familias volvieran a verse".
A Tarek le gustaba tanto el agua que en Tartús le llamaban esclavo del mar. Pero su hijo Omar, el menor de dos, el mayor se llama Amín, supera incluso ese amor. "Le llevamos a natación desde que casi no sabía andar y a los tres años ya ganó su primera medalla. Todas las tardes se las pasaba en la piscina, con Yolanda, la entrenadora, pero, eso sí, antes hacía los deberes", dice Encarna. "Y le gustaba tanto el agua que todavía me acuerdo de un día que estábamos en la Casa de Campo. Era el día del Pilar y Omar debía de tener cinco años. Y me dijo: '¿Me puedo tirar al agua?'. Y se tiró. Cruzó todo el lago a nado, vestido. Tanto le gustaba ya el agua...".
Que Tarek no tenía ningún problema con Siria, país en el que su hermano Hassan ha sido ministro de Industria con los dos últimos presidentes, con Hafez al Assad y con su hijo Bashar, lo demuestra el hecho de que en ningún momento quisiera que sus hijos perdieran su nacionalidad, aunque para ello tuviera que pagar cierta cantidad de dinero a cambio de librarlos del servicio militar obligatorio. "Pero, gracias a eso", explica Omar, "puedo ir ahora a Pekín como sirio". En un país como España, que cuenta en su equipo de triatlón con dos campeones del mundo, Javier Gómez Noya e Iván Raña, para Omar era una utopía conseguir un hueco. "Y es que, además, yo empecé tarde el triatlón", dice Omar, licenciado en Ciencias de la Educación Física y el Deporte; "empecé a los 21 años, cuando vi que la natación no daba para más. Aunque soy muy bueno en el agua, lo de la bicicleta se me da medianamente bien. Lo de correr a pie, peor". "Lo de la bicicleta", tercia su madre, "es un continuo sobresalto. Tres veces ha acabado en el hospital por caídas. Menudo sufrimiento. Todavía me acuerdo del año pasado, cuando se cayó con Tim Don en una prueba en el circuito de Pekín. Yo estaba siguiéndolo por Internet. Eran las tres de la mañana: me impresionó verlo allí, solo, caído, desvalido, tan lejos...". "El problema es que yo, con la bici, no me conformo con quedarme atrás. Quiero estar siempre con los primeros", alega Omar; "pero, como empecé tarde, no controlo bien. No sé ir a rueda y menos a tanta velocidad. Era un peligro. Me caía siempre".
Peores problemas que el de mantenerse sobre la bici ha superado Omar, que durante un par de años debió ganarse la vida haciendo de sparring del único triatleta de Hong Kong. En Hong Kong, evidentemente. "Me lo dijo Pegaso
[un joven triatleta madrileño que falleció de cáncer en 2007]. Había oído que los de Hong Kong buscaban gente y allí me fui con un par de alemanes", cuenta; "nos pagaban el alojamiento y poco más. Lo pasé fatal, pero allí, participando en la Copa de Asia y otras competiciones, vi la posibilidad de competir por Siria. Fui acumulando puntos en el circuito asiático y logré ganarme una plaza de las que la federación internacional concede a los países sin medios y sin apenas deportistas para promocionar su deporte". Porque, claro, en Siria no hay más triatleta que Omar. "Y en Móstoles, el pueblo de Iker Casillas, que vivía aquí al lado", dice su padre, "hay más olímpicos, como el gimnasta Rafa Martínez o el atleta Ángel David Rodríguez. Todos, salvo Omar, reciben ayudas. A mi hijo sólo le han puesto dificultades".
En Hong Kong, en la aventura asiática, Omar, su sugestivo hoyuelo en la barbilla, sus ojazos árabes, encontró el camino para que su padre regresara a su tierra y también vías de prosperidad económica. Allí entró en contacto con unos fabricantes de equitación de triatlón, Champion System, y a su promoción dedica las pocas horas que le dejan libres los entrenamientos -en julio se concentró en Sierra Nevada y la pasada semana ya viajó a Corea del Sur, donde se estableció junto a la selección española-, y a otros sueños. "Y conseguiré que Gómez Noya vista Champion System y haremos un equipo y nos iremos a competir a Estados Unidos, que es donde el triatlón da dinero, y...", sigue enumerando Omar, cuya sangre llega de Tartús, en Siria, una de las primeras colonias fenicias en el Mediterráneo, y que está convencido, pruebas tiene, de que todo lo que intente lo podrá conseguir.
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