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El Club Marítimo se recupera despacio del último ataque

A ETA le gusta ensañarse con los símbolos. Para la banda terrorista, que sigue sin actualizar su imaginario después de 40 años, el Club Marítimo de Getxo representa a esa alta burguesía vasca a la que le sale rentable odiar. Para la banda sigue siendo el punto de encuentro de lo que llamó "la aristocracia financiera de Neguri" cuando se jactó en 1996 de haber secuestrado al empresario Cosme Delclaux.

La fachada de la sede del Club permanece hoy cubierta con una lona que disimula las consecuencias del último atentado del pasado 19 de mayo. Unos 60 kilos de explosivos en un coche bomba reventaron la fachada posterior del club. Apenas han comenzado las tareas de desescombro y harán falta meses para que el edificio vuelva a estar en condiciones. Su restaurante principal sigue sin poder abrir.

El ataque más grave ocurrió el 23 de noviembre de 1973: seis etarras encapuchados entraron en el llamado Edificio Social del club, vertieron gasolina por el suelo, le prendieron fuego y se dieron a la fuga. Las llamas lo dejaron tan inutilizado que el Ayuntamiento optó entonces por demoler lo que restaba en pie, para volver a construir sobre los escombros. Hubo que invertir 100 millones de pesetas de las de entonces para la reconstrucción.

El que se acerque al club podrá ver cómo el recinto dista mucho de ese lugar imaginado por los terroristas, donde los ricos se reunen para conspirar contra la clase trabajadora vasca. Se organizan clases de vela para niños, incluso no es raro que la Cruz Roja o los comerciantes getxotarras utilicen sus instalaciones para algún evento.

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