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La situación en el País Vasco

'Quemado' por el fracaso de la negociación con el Gobierno

Luis R. Aizpeolea

La noche del 30 de diciembre de 2006, pocas horas después de que ETA rompiera brutalmente el alto el fuego con el atentado contra la T-4 del aeropuerto de Barajas (Madrid), Arnaldo Otegi compareció en un hotel de San Sebastián (Guipúzcoa) para decir que el proceso de final dialogado del terrorismo no estaba roto. Nueve días después, el 8 de enero de 2007, en otra rueda de prensa celebrada también en San Sebastián, volvió a dirigirse públicamente a ETA para que no rompiera formalmente el alto el fuego. Todavía el 25 de febrero de ese año reclamó públicamente a ETA la exclusividad de las vías pacíficas y democráticas para lograr los objetivos políticos de la izquierda abertzale.

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Pese a los intentos desesperados de Otegi, tras el atentado de la T-4, por lograr que ETA mantuviera oficialmente la tregua, la dirección de la banda la rompió el 6 de junio de 2007. Otegi fue arrollado por la misma ola que, desde dentro de ETA, se llevó por delante el arduo trabajo a favor de un final dialogado del terrorismo que había elaborado desde 2002 con el presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren, y que desde junio de 2005 había continuado su partenaire en ETA, Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera. Y que había culminado con el alto el fuego de ETA de marzo de 2006.

El momento clave

En el fondo, Otegi ya había perdido su apuesta por el final dialogado del terrorismo a finales de noviembre de 2006, cuando la dirección de ETA rechazó el compromiso que habían logrado los principales partidos vascos -PNV y PSE- con la izquierda abertzale en las conversaciones de Loiola.

Dos semanas después, a mediados de diciembre de 2006, en la reunión que celebraron en Ginebra (Suiza) representantes de ETA y del Gobierno, ya quedó claro que no había margen de maniobra para la apuesta de Otegi. En aquella reunión emergió Javier López Peña como nuevo portavoz de ETA en lugar de Josu Ternera. Peña se jactó de romper las reglas de juego del proceso que habían acordado Otegi, Ternera y Eguiguren tras años de conversaciones.

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Una nueva dirección se había hecho con el control de ETA. López Peña fue su rostro en la reunión de Ginebra. Detenido en Burdeos el pasado 20 de mayo, parece que ahora el nuevo rostro es Garikoitz Aspiazu, Txeroki. Ambos coinciden en sus planteamientos radicales y en el alejamiento de la vía de diálogo.

En ese mundo, Otegi ya no tiene sitio. Ni siente como suyos a los nuevos jefes de la banda ni tampoco éstos lo tienen en consideración. Ni tan siquiera en la nueva Batasuna, que se mueve en la práctica clandestinidad.

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