Ensaladilla sin presidente
Touriño habló durante más de 100 minutos, y en la comida, su silla, la de Blanco y la de Varela permanecieron vacías
Loli Amoroso, presidenta de las Xuventudes Socialistas, habló tres minutos. José Blanco, 15. Touriño, más de 100. La milimetrada pauta con la que trabajaba la organización decía que el discurso de la mañana duraría 45 minutos y los dos de la tarde, 30 y 25, pero se los pasó de largo. Touriño habló mucho, para alegría de la ONG Solidariedade Internacional, que tenía un mostrador fuera y en un rato captó 50 socios para la causa, a razón de cuatro euros de cuota al mes. Y también se benefició la cafetería, con la barra a tope hasta casi el final de la plática. Entonces, los militantes que hacían novillos (en el bar y en el exterior del edificio, estos últimos todos fumadores, ante un grupo de policías nacionales que se manifestaban) regresaron para aplaudir. Y fue un aplauso generoso de más de un minuto el que le brindaron al secretario general del PSdeG los 1.300 delegados que no llenaban, pero casi, el auditorio.
Entre los invitados estaban Díaz Pardo, Antonio Fontenla y el rector coruñés
El plenario fue largo y hasta los miembros más, más destacados de la ejecutiva tuvieron que ausentarse un par de minutos, bajando del escenario en pareja ante la mirada atónita del público, para aliviar ciertas urgencias. El momento de vacío tuvo que llenarlo Abel Caballero, presidente de la mesa, improvisando unas palabras que no estaban en el guión.
En las dos primeras filas, entre los invitados no afiliados, se veían las cabezas de Isaac Díaz Pardo; José María Barja, rector de la Universidade da Coruña; o Antonio Fontenla, presidente de la patronal gallega. Fuera, en el vestíbulo, mientras dentro sonaba la banda sonora del PSOE en versión jazz, María José Caride parecía no tener su mejor día. Agarrada al bolso de Loewe y al maletín del congreso, la conselleira que ayer estaba en boca de todos le pidió una pastilla para el dolor de cabeza a su jefe de gabinete, y luego no se la vio en las mesas reservadas para los pesos pesados durante la comida prevista para 700 personas.
No era la única que faltaba. En la mesa presidencial, redonda como las demás, hubo cinco sillas que permanecieron todo el tiempo vacías. Justo al lado de la ministra Espinosa y su inseparable conselleira de Pesca, Carmen Gallego, había dos huecos, los destinados a Touriño y a José Blanco. Siguiendo la rueda, el vicesecretario general del PSOE tendría que haberse sentado a la vera de Antonio Hernando, que vino de Ferraz invitado por el de Palas. Así que el único que estaba allí para darle plática al forastero era el alcalde de A Coruña, Javier Losada, sentado entre Hernando y (siguiendo de nuevo la rueda) otras tres sillas vacías. Una de ellas estaba reservada para Ricardo Varela y las otras dos no se sabe. Quizás para el ministro de Cultura, César Antonio Molina, y el conselleiro de Medio Ambiente, Manuel Vázquez, que tampoco andaban por allí en el almuerzo.
El círculo de la mesa lo cerraban la concejala coruñesa Mar Barcón y su amigo Abel Losada, director del gabinete del presidente de la Xunta, que luego se ausentó para ir a ver qué se cocía en el hotel contiguo, el Puerta del Camino. Y es que allí se hallaba la explicación al enigma de las sillas vacías. Al menos Touriño, Blanco y Varela no disfrutaron del menú de 12 euros (ensaladilla rusa, jarrete de ternera, dulce de leche, Albariño Enxebre y Rioja Marqués de Arienzo, Crianza 2001) porque estaban negociando en un reservado del hotel.
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