PELIGRO SOBRE DOS RUEDAS
ue en un mismo día de agosto mueran cuatro ciclistas no es tan excepcional. Como cada año fallece en accidente casi un centenar de ellos, la media resultante es de dos muertos a la semana, a lo que sumar muchos otros heridos. Puesto que las bicicletas se usan sobre todo en verano, es razonable pensar que esos accidentes se concentren en los meses estivales, en que la media semanal será superior, pongamos tres o cuatro muertos. Si a la estadística sumamos la fatalidad, no es raro que en un mismo día cuatro ciclistas mueran atropellados, incluso en el mismo accidente.
Como además en verano las prioridades informativas cambian, es normal que las cuatro muertes merezcan gran atención de los medios: repetidas imágenes de ruedas retorcidas, artículos de fondo con estadísticas de muertos y heridos anuales, opiniones de columnistas concienciados, cartas al director de familiares de otros accidentados, etc.
EL MERCADO DE BICICLETAS SE HUNDE Y LOS CONTENEDORES DE BASURA SE LLENAN DE VEHÍCULOS ABANDONADOS, LO QUE HACE QUE EL MAYOR FABRICANTE ANUNCIE CIENTOS DE DESPIDOS
Si por esa mezcla de casualidad y probabilidad estadística, al día siguiente mueren otros dos ciclistas, nos encontramos con seis muertos en poco tiempo, lo que multiplica las páginas de periódico sobre el tema, incluso algún editorial exigiendo medidas. En los días posteriores, aunque no haya nuevos muertos, es esperable que sí haya heridos, pues todos los días son atropelladas varias personas en bici, y más en verano. De repente, la hipersensibilidad informativa por las seis muertes anteriores hace que cualquier accidente ocupe un espacio que de otra forma nunca tendría. No caen más ciclistas de los habituales, pero se les ve más. Así que el portavoz de guardia de la oposición parlamentaria hace unas declaraciones lamentando la falta de seguridad. Sólo tres días después, y cuando los medios han estirado en lo posible las secuelas -entierro, vidas rotas, evolución de los heridos, investigación judicial-, hay un nuevo muerto: un niño atropellado mientras pedaleaba.
Esta vez es el líder de la oposición quien, desde su retiro vacacional, comparece para unirse al dolor de la familia, exigir medidas y criticar el silencio del gobierno, lo que obliga al ministro del ramo a interrumpir su descanso para anunciar un próximo plan de actuaciones. No falta algún presidente autonómico que se adelanta prometiendo medidas inmediatas en el ámbito de sus competencias. Entre tanto, para no defraudar la estadística, otros tres o cuatro ciclistas morirán en el plazo de otra semana, y una docena sufrirá heridas graves, confirmando el "peligro sobre dos ruedas" como tema estrella para que los redactores en prácticas hagan méritos. En esos mismos días, los participantes de un curso de verano sobre seguridad vial se recrean en el alarmismo. En la sala contigua, en otro curso de tema médico, un investigador señala la relación entre la dureza del sillín y el cáncer de testículos, noticia que se coloca bajo el mismo cintillo periodístico: "Peligro sobre dos ruedas".
Durante un par de semanas de agosto todo lo que tenga que ver con bicicletas salta a primera página, por anecdótico que parezca: atropellos de ciclistas pero también de peatones por parte de aquéllos, robos de velocípedos, un bando municipal que restringe la circulación a ciertas horas, una reyerta entre usuarios que llegan a los puños, y el habitual escándalo de dopaje en el Tour de Francia.
Así llega septiembre y el Consejo de Ministros, en su primera reunión, anuncia la creación de un Observatorio sobre la Bicicleta. La oposición denuncia la falta de medidas firmes y promete un plan de choque en cuanto gane las elecciones. Los gobiernos autonómicos y municipales rivalizan por legislar cualquier cosa: restricciones circulatorias, la obligatoriedad de dispositivos protectores, la prohibición a menores de montar solos.
Pese al fin del verano la atención sobre las bicicletas, ya convertidas en problema nacional, no decae: una ONG denuncia la explotación laboral de niños en las fábricas asiáticas. Un grupo de médicos oportunistas cuestiona los efectos beneficiosos del pedaleo sobre la salud y alerta del riesgo de infarto para hipertensos, así como todo tipo de problemas musculares y óseos, lo que alimenta el debate sobre el coste para la sanidad pública y la conveniencia de gravar las bicis con impuestos especiales. Un hombre asesina a su mujer atropellándola mientras ella pedaleaba. En Irak, una bicicleta bomba causa una matanza de niños.
Mientras continúa el goteo estadístico de muertos y heridos, el Gobierno endurece las condiciones de circulación. Las asociaciones de defensa de la bicicleta protestan en la calle, pero la manifestación termina con una carga policial. Por todo el país se extiende la hostilidad entre conductores, peatones y ciclistas, en los que éstos son acorralados, insultados y hasta agredidos. Las autoridades imponen a los fabricantes la obligatoriedad de advertir a los compradores de los riesgos de pedalear. El mercado de bicicletas se hunde y los contenedores de basura se llenan de vehículos abandonados, lo que hace que el mayor fabricante nacional anuncie el despido de cientos de trabajadores. Una nueva manifestación de aficionados termina en violentos enfrentamientos, en lo que parece una infiltración de grupos antisistema. En una región del norte, donde el ciclismo tiene gran tradición, el uso de las dos ruedas se convierte en gesto político.
En Internet, mientras, se extiende una campaña contra las antaño inocentes bicicletas, que incluye la distribución de fotografías -algunas burdos fotomontajes- de personajes negativos en bici: Sadam, Bin Laden, Stalin, Hitler... La oposición, desatada, exige la dimisión del ministro de Interior, mientras el partido gobernante documenta la afición que el líder opositor siempre tuvo por las dos ruedas, distribuyendo fotografías del aspirante a presidente pedaleando alegremente, lo que lleva a éste a denunciar la maniobra como "juego sucio".
Por fin, y tras varios amagos de legislación restrictiva sucesivamente descalificados por la oposición como tibios, el Gobierno decreta la prohibición del uso y tenencia de bicicletas, establece un calendario para la entrega y destrucción de las existentes, y anuncia penas severas para los infractores. Los últimos usuarios, resistentes, recurren al mercado negro -donde alcanzan precios desorbitados-, pasean de noche por el extrarradio -alimentando leyendas urbanas-, o viajan a Holanda, donde todavía hoy puede uno montar en bici libremente.
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