Demonios y sabor a tequila en un polígono desierto

Todo ocurrió en un antro de carretera, en mitad del desierto. Un lugar en la frontera entre Estados Unidos y México donde igual te servían tequila que las vísceras de un cliente despistado. Salma Hayek, en Abierto hasta el amanecer (película dirigida por Robert Rodríguez y coprotagonizada por George Clooney y Quentin Tarantino), se marcó en este garito uno de los bailes más hipnóticos y sensuales de la historia del cine. Le acompañaban una pitón albina enroscada en el cuello y una banda que se desgañitaba en el escenario, Tito & Tarantula, con su tema After dark. Este grupo, leyenda del punk rock americano, ha tocado por primera vez en España, en un viaje fulgurante de apenas tres días cruzando de punta a punta la Península (Cádiz, Málaga y Vitoria).

El líder de la banda, Tito Larriva (Ciudad Juárez, México), es una estrella y se comporta como tal. No acude a los ensayos de su concierto en Málaga y espera en el hotel hasta la medianoche. Allí recuerda que Tarantino y Rodríguez eran fans de The Cruzados, una banda que creó en los ochenta. "Empezaron a hacer cine y les gustaban mucho mis temas. Tenían que ver con violencia, vampiros y tiroteos, encajaban a la perfección con sus filmes", sostiene mientras remueve un capuccino.

Tito ha creado la banda sonora de medio centenar de películas y ha actuado en una veintena de ellas. Participó en Machete, un falso tráiler de Robert Rodríguez sobre un personaje en busca de venganza que pronto se convertirá en película. "Están grabados 35 minutos, sólo hay que agregarle un par de escenas más", comenta.

La banda es surrealista. Compuesta por Lucy la Loca (bajo), Alfredo Rafael (batería) y Steven Hufsteter (guitarra), han atravesado Rusia, donde han ofrecido 11 conciertos, y tocarán los próximos días en Dubrovnik y Zagreb. Allí son leyenda y a menudo les han preguntado si son los verdaderos. Tito se sorprende del éxito en sitios tan alejados del desierto mexicano, pero agradece "las salas llenas y el furor" con el que les reciben.

"Hemos tocado hasta en Kazajistán", dice Tito, "¿por qué no en España? Le dije que me buscase sitios donde tocar aquí, aunque fuese en cafeterías con 50 personas. El caso era hacerlo". Y así lo hizo Tina, su representante, que le hace gestos para indicarle que es la hora.

Es medianoche y Tito se enfunda su gabardina. Le esperan apenas un centenar de personas en una sala de conciertos de un polígono desierto. El escenario perfecto para atraer a los demonios de la noche malagueña.