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Reportaje:

La cárcel de las guardianas de la memoria

San Simón acoge un simposio sobre mujeres exiliadas del franquismo

Cuenta Mariví Villaverde, escritora e hija del primer alcalde republicano de Vilagarcía de Arousa, que en su casa, bien fuese en Marsella, en Buenos Aires o en Madrid, coronaban cada brindis con el mismo deseo: "Que el próximo año lo celebremos allá". La morriña está detrás de todas las historias del exilio contadas por sus protagonistas en la isla de San Simón, como parte de un encuentro organizado por la Consellería de Cultura y coordinado por la catedrática de la Universidade de Santiago, Aurora Marco. "Mi madre murió de pena porque no pudo resistir más sin regresar a Galicia y hoy quiero reivindicarla", proclamó ayer en el palco de San Simón Teresa Alvajar quien, a sus 85 años, no puede reprimir las lágrimas al recordarla.

"La historiografía sólo ha hablado del exilio de los hombres"
Mariví recuerda a su tía con la cabeza rapada por no delatar a su hermana

Su madre, Amparo López Jean, fue la primera afiliada al Partido Galeguista de A Coruña y la primera alumna de bachillerato en esa ciudad. Teresa era una adolescente cuando, tras ser encarcelada Amparo en Barcelona, hizo a pie el camino hasta A Coruña para reunirse con una de sus hermanas. Y lo hizo cubierta con un capote militar para no ser identificada como la niña que era.

Para Marco, una de las principales impulsoras de los estudios de género en Galicia e investigadora de la línea "Mulleres e memoria" que sostiene Cultura, el simposio que hoy finaliza supone una prolongación del homenaje a las represaliadas del franquismo que tuvo lugar en el Teatro Principal de Santiago en marzo de 2007. "La historiografía es androcéntrica y sólo ha hablado del exilio de los hombres; ya es hora de empezar a reconocer el sufrimiento de las mujeres", explica.

La investigadora se aplica la teoría de que lo que no se nombra no existe, por eso insiste en una retahíla de nombres, en enseñar sus fotos para ponerles rostro a sus vicisitudes, en recopilar sus pasaportes y sus documentos para trazar en el mapa la geografía del exilio. En la actualidad, sigue tirando del hilo de las vidas de mujeres que aún son unas desconocidas en los anales de la posteridad, como Luísa Viqueira, hija del filósofo de las Irmandades da Fala, Xoán Vicente Viqueira, y activista de la cultura gallega desde México. O la cantante lírica María Valverde, recluida en un campo de concentración marroquí en el establo de los camellos. También la novelista Concha Castroviejo, que llegó a ejercer la crítica literaria en los periódicos de Madrid después de los años 50.

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Las protagonistas vuelven a ser ellas. Joaquina Dorado, Carmen Tagüeña, Dora Carcaño, Silvia Mestre, Teresa Alvajar y Mariví Villaverde contaron en San Simón, la isla paquebote de la memoria histórica, su desgarro, sus vidas azarosas de un país a otro, las pérdidas, las ausencias. "En este vacío irreparable", relata Marco, "no sólo hubo mujeres intelectuales, sino de muchas profesiones y afiliaciones políticas diferentes". Joaquina, anarquista de 91 años, tiene grabada en la memoria la imagen de los gendarmes franceses "saliendo a la caza de españoles sin papeles" aunque dice que "España entera fue una isla como San Simón, una cárcel, por eso las calamidades peores fueron para los que se quedaron". Los primeros recuerdos de la viguesa Dora Carcaño son los de las cárceles en las que vivía junto a su madre, María Araúxo, conocida como "A Guerrilleira" porque tuvo que escapar a los montes de Redondela por su defensa de los derechos de la mujer en el trabajo, tarea que continuó en el marco de la Revolución Cubana. Su hija Dora es hoy coordinadora de la Oficina Regional para América de la Federación Internacional Democrática de Mujeres. Nacida en México, Silvia Mestre y en Moscú, Carmen Tagüeña, son igualmente hijas del exilio.

También rebasa los 80 años de edad, pero Mariví recuerda con una claridad pasmosa cada fecha, cada nombre y cada lugar, aún a costa de que se le hagan muchos nudos en la garganta al evocar, por ejemplo, la visión de su tía Carmen con la cabeza rapada porque no quiso delatar el escondite de su hermana y sus sobrinos, cuando en realidad a quien buscaban los fascistas era al diputado Elpidio Villaverde. O la emoción que sintió en la Exposición Universal de París en 1937 ante el Guernika, en el que vio retratada buena parte de su biografía. La dictadura la empujó a Madrid, donde vive y habla el gallego que aprendió en el exilio las obras de Castelao.

Teresa Alvajar también vive ahora en Madrid: "Yo todavía sufro, todavía estoy en el exilio".

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