Sin límites en Birkdale
Los españoles Sergio García, Jiménez y Larrazábal afrontan en su mejor momento el Open Británico
Para ganar su primer Open Británico, en 1979, Seve Ballesteros tuvo antes que aprender a perderlo en aquel cuerpo a cuerpo con Johnny Miller en la última vuelta de 1976 en Royal Birkdale. Para ganar su primer Open, para intentarlo este año precisamente en el mismo campo en que Seve se dio a conocer al mundo, Sergio García no quiere esperar tanto tiempo. Le basta, dice él, con la lección de un desempate el año pasado contra el irlandés Harrington, cuando dejó escapar el Open el último día por un putt que miró para otro lado.
El Niño llega ahora al Open con su juego renacido tras su victoria en mayo en el quinto grande, el Players, su primer éxito en tres años, y con una confianza en sí mismo que le coloca entre los grandes favoritos. Por algo su nombre es el que mejor cotiza en las casas de apuestas (12 a 1) y el que ocupa las portadas de las revistas. "Y llego muy fino con el putt", afirma el castellonense.
'El Niño' encabeza las apuestas y se crece: "Llego muy fino con el 'putt"
El debutante Pablo Larrazábal lo mira todo con los ojos como platos
El campo, de calles estrechas y peligroso rough, y el fuerte viento de los últimos días, sin un árbol que proteja el vuelo de la bola, convierten el torneo en una oportunidad para cirujanos más que para pegadores. "El campo está difícil. Si fallas la calle por cuatro o cinco metros, vas a sufrir mucho", explicó ayer García tras el entrenamiento.
Vuelve El Niño a Birkdale, donde jugó el Open como amateur en 1998 (fue 29º), con la presión y la ambición de subir al último peldaño de la escalera. Con 28 años, 38 grandes y 13 veces entre los 10 primeros, nunca se ha doctorado como el mejor en una tarde de domingo. Su evolución en el Británico, su major preferido, apunta pese a todo a una victoria: en las últimas siete ediciones ha conseguido seis top ten, y desde 2004 acaba entre los cinco primeros.
No es el único español a tener en cuenta en el primer grande desde que Tiger Woods pidiera la baja para siete meses por una lesión de rodilla (y el primero que se pierde, primer respiro para sus rivales, desde 1996). Con García completaron el martes una vuelta al campo Miguel Ángel Jiménez y Pablo Larrazábal, maestro y aprendiz. Ambos protagonizaron ayer por la tarde un bonito encuentro generacional en el putting green. En el campo de entrenamientos, Larrazábal, que lo mira todo con los ojos como platos, admirado de ver a su lado al gran Vijay Singh, de compartir hoy ronda con Adam Scott y Zach Johnson, se acercó con modestia reverencial a Jiménez, que pateaba tranquila y sistemáticamente una hilera de tres bolas mientras daba caladas al habano. "¿Y cómo nos puede afectar el viento lateral al putt?", le preguntó. Y Jiménez, encantado, le aconsejó que se agarrara bien al green para evitar sustos. "Es que este campo está brutal. Hay que tratarlo con mucha paciencia porque el viento va a dificultar mucho el juego. Y habrá que evitar el barbecho [el rough]", contó luego Jiménez, 44 años, quien este curso es un seguro de vida. Primero en la Orden del Mérito, dos títulos en la bolsa (Hong Kong y PGA), un tercer puesto en Escocia la semana pasada, octavo en el Masters, sexto en el US Open... "Pues sí, llego muy bien de juego, afilando los garrotes".
Más tranquilo tras los consejos del Pisha, Larrazábal, que a los 25 años debuta en un grande tras su victoria en el Open de Francia, su primer triunfo como profesional, se marchó a esperar el gran día a una casa alquilada con su familia y dos amigos. "Estoy muy tranquilo. He jugado tres vueltas y media en el campo desde el domingo y estoy pateando muy bien. He jugado en dos o tres condiciones meteorológicas distintas y estoy listo para luchar. No me pongo límites", apuntó el barcelonés; "no he venido a aplaudir a los demás".
Larrazábal pisa el Open después de hacer de caddie a su hermano Alejandro en 2002, cuando éste ganó el British amateur. Ahora, sin embargo, es cuando Pablo empieza a descubrir la fascinación que provoca este torneo entre los españoles desde que en este mismo campo Ballesteros comenzara a escribir su leyenda en 1976. Han pasado 20 años del último triunfo español (Seve en 1988), y el Británico, el grande más antiguo, el abierto que este año vive su edición 137, sigue enamorando a quien lo conoce.
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