"La tele incinera"
Sede de la productora Gestmusic, en Barcelona. Xavier Sardà anuncia: "Volveré a hacer un programa nocturno semanal con Boris y Latre". Mientras, ha publicado Eros, tanatos y su puta madre (Planeta), un libro sobre la muerte. Es posible que mire a los ojos. Pero resulta imposible saberlo. No se quita las gafas de sol.
Pregunta. Dicen que éste es un libro sobre la muerte, pero más bien parece que va del deseo de inmortalidad.
Respuesta. Según Freud, mientras a uno le recuerden, permanece en el ámbito. Hay una parte inconsciente que nos hace pensar que somos inmortales, para compensar.
P. La obsesión suya por la inmortalidad queda patente. A los que han trabajado en la tele, les pierde.
R. La tele incinera, oiga. Pero no da la inmortalidad. Genera una fama efímera, para una generación. Mis antecesores en el trono...
P. ¿Cómo?
R. (Estira el cuello, cachondeándose). Ponga, ponga eso. A mis antecesores en el trono, nadie les recuerda. Disfrutamos un reinado breve y evanescente.
P. ¿Ha escrito literatura o delirio?
R. Literatura me resulta una palabra solemne. Prefiero dejar la definición abierta: es un divertimento literario en la mínima expresión, y cachondeo, en la máxima.
P. Por el paraíso de su libro circulan personajes históricos que...
R. Usted no se lo ha leído.
P. No del todo. Lo he ojeado. Pero nadie me lo ha mandado, lo he tenido que comprar.
R. Es memorable su sangre fría al reconocerlo. Tome 20 euros.
P. De ninguna manera. ¿Tanto le han pagado que es capaz de devolver el importe a los lectores?
R. Ná... Es un privilegio que, por ser conocido, a uno le admitan en este negocio. Pero el título es bueno.
P. El título vale el esfuerzo.
R. Es usted muy amable.
P. Parece que lo ha hecho sólo por el placer de ponerlo, que se le ocurrió y luego fue rellenando el resto.
R. De hecho, es lo único que no estoy dispuesto a cambiar. El contenido, lo modificaría, pero el título es intocable. Merece la pena haber pasado por este mundo para poner un título así.
P. Hablando de la muerte, ¿por qué tuvo que asesinar en público y en directo al pobre señor Casamajò?
R. No se preocupe. Mire, si volviera a hacer radio, sería con él. Y todo el mundo creería que existe.
P. Tenía usted algo de niño viejo. ¿Se siente ahora un hombre mayor con deseos de ser Peter Pan?
R. Es cierto que ahora me divierto con cosas con las que no pude. La muerte de mis padres y mi hermano me rodeó pronto y tuve que ponerme serio. Fue un bloqueo emocional prematuro. Ahora tengo la suerte de disfrutar como un niño mayor.
P. Dicen que vuelve a la tele estelar por la noche.
R. Se da la circunstancia de que Boris y Latre están libres de compromiso. Si ellos quieren, volveremos.
P. ¿Fue feliz haciendo Crónicas marcianas?
R. Soy más feliz ahora. Aquello fueron ocho años de trituradora. No podía pensar en otra cosa. Me sentía en libertad condicional.
P. Mucho tiempo sin competencia. ¿Llegó a creerse Dios?
R. Éramos uno y trino: yo, Boris, Latre y los apóstoles.
P. Aparte de unos cuantos frikis...
R. Los frikis que usted dice lo pasaban muy bien, ganaban su dinero. Pero la gente sabía ver todo aquello con distancia, con humor. Fue la audiencia la que me señaló por dónde debíamos ir. Llegamos a un pacto: hacemos lo que pedís, pero como yo quiero.
P. Y ahora, ¿ha aprendido algo de sus competidores?
R. Tengo un problema: me dedico a ver pelis en inglés, el canal Historia y la CNN.
P. O sea, que no los ve. ¿No va un poco sobrao?
R. Usted también... De peso.
P. Lo llevo a gala. Pero eso de que no ha querido ir al programa de Buenafuente, ¿es cierto?
R. Andreu me invitó a su programa y no he ido. Me lo criticó. Está bien que te riñan por decir algo, pero no por no ir a los sitios. Dicho esto, somos grandes amigos.
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