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DESDE MI SILLÍN | TOUR 2008 | Décima etapa
Columna
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¿Descafeinado?

Tiene algo, y el que lo niegue es porque nunca ha pasado por allí. El Tourmalet tiene algo que lo hace especial. No es ni el más duro, ni el más largo, ni tiene rampas imposibles, en todo esto los hay peores. Pero impone. Oír su nombre asusta, y no digo nada tenerlo delante y ver la pancarta de Début de col 17.7 km GPM desde tu bicicleta: eso es ya para echarse a temblar.

A mí me dijo Menchov que este año los Pirineos estaban muy descafeinados. "Este año la carrera se gana en los Alpes; en los Pirineos sólo hay dos etapas y no creo yo que ocurran grandes cosas", me confesó después de inspeccionar el recorrido. Me alegro de que se equivocase. O quizá no, quizá tenga razón. Porque ganar, al margen de Piepoli la etapa, nadie ha ganado gran cosa. Pero perder, algunos sí que han perdido bastante. Porque a gente como Alejandro Valverde y Cunego, la carrera se les ha ido ya de las manos, a nada que los demás sepan reaccionar a tiempo para que no se repita un caso Pereiro.

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Si lo de ayer era un descafeinado, ansioso estoy por ver lo que nos espera en los Alpes. Porque yo ayer vi una de esas etapas que merecen un espacio en mi memoria. El cóctel ya prometía. Primero por la fecha, porque en el Tour no puede haber nunca un 14 de julio -fiesta nacional conmemorativa de la Revolución francesa- tranquilo. Después por el recorrido, porque el Tourmalet nunca defrauda. Además, en vísperas de una jornada de descanso, con lo que las ganas de poner toda la carne en el asador iban a ser mayores. Y por si fuera poco, con llegada en Hautacam, una llegada en la que, por hache o por be, siempre han pasado cosas importantes.

Y no sólo eso, también las circunstancias prometían. Vista la pasividad de ciertos equipos en la jornada previa, todo hacía indicar que el día sería movido. El ataque de Riccò en el Aspin fue portentoso, pero... ¿Por qué nadie reaccionó para minimizar las pérdidas? La respuesta la tuvimos ayer nada más darse la salida: porque guardaban las fuerzas para el día siguiente.

Los franceses salieron a por todas, y la subida al Tourmalet hacía presagiar un festival, con un Di Gregorio especialmente entonado. Pero se encontró con que dos equipos salieron dispuestos a dar el golpe de Estado, el CSC y el Saunier, y contra ellos había poco que hacer. Las estrategias funcionaron y los motores también, especialmente los de Voigt y Cancellara. Los amarillos terminaron ganando la etapa con Piepoli y Cobo, porque se puede decir que ganar, ganaron ambos. Los daneses, de patrocinador americano, teórico líder español y co-líder luxemburgués, no tuvieron quizá una cosecha tan sabrosa -se quedaron con Schleck a un solo segundo del maillot amarillo de Evans-, pero hicieron tambalear los cimientos de la carrera. Y mientras, Evans y Menchov se fortalecieron y salieron beneficiados de la batalla, especialmente el primero, que se vistió de amarillo en el último suspiro.

En fin, que teniendo en cuenta que era un descafeinado, no estuvo nada mal. Pero eso sí, para los Alpes yo ya me voy pidiendo un expreso doble para Alpe d'Huez.

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